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El Rey del Gatillazo

 

Hace años, durante una charla con Patrice de Bellefon sobre su texto de Las cien mejores ascensiones, el gran pirineísta me reconoció la dificultad que tendría ahora para fijar el centenar siguiente. A mí no se me ocurrió otra cosa que hablarle de Mis cien mejores cagadillas: un libro que tramaba escribir narrando mis retiradas más sonadas de vías clásicas, enriquecido con toda suerte de anécdotas chuscas y pifias inauditas… ¡Su cara fue todo un poema! Pero la burrada que le endosé no era del todo una broma made in Aragón: siempre he sentido fascinación por los gatillazos. Los montañeros, se entiende.

Es muy posible que mi declarada fobia por la cultura anglosajona y, más en concreto, por su patética adoración al triunfador/winner, me haya conducido a concebir cierta debilidad por las derrotas y las reculadas alpinísticas. Y, en el mundillo pirenaico, existe una figura destacada en este terreno tan poco cubierto por los libros: se trata del vizconde Jean d’Ussel, el indiscutible Rey del Gatillazo. Para mí y para los de mi calaña: una especie de héroe.

Quienes deseen seguir sus desventuras, lo tienen muy fácil: recientemente, varios estudiosos del pirineísmo como Jean-Victor Parant o Alain Bourneton han establecido cronologías de sus escaladas para Monhélios. Un observador ácido podrá ver cómo, sobre dichas listas, brilla de un modo poderoso su colección de gatillazos:

13 de octubre de 1899: primer intento fallido en el pic de Brasseil (2.220 m) por Orlu.

4 de agosto de 1900: intento fallido en la Pique del Montcabru (2.935 m) por su cresta y desde la Plaine du Montcalm.

Verano de 1902: segundo intento fallido en el Brasseil por Orlu.

4 de marzo de 1904: intento fallido en La Munia (3.133 m) durante el invierno.

30 de julio de 1904: intento fallido en los Crabioules (3.116 m) por el norte.

31 de julio de 1904: intento fallido en el Collado Maldito por el sur.

4 de enero de 1905: intento fallido en el Montcalm (3.077 m) durante el invierno.

23 de julio de 1905: intento fallido en el Naranjo de Bulnes (Picos de Europa), hasta la mitad de su normal.

28 de julio de 1905: intento fallido en las Oulettes de Gaube (¿la vía de los séracs al Petit Vignemale?).

29 de julio de 1905: intento fallido en el Dedo de la Falsa Brecha, hasta la mitad.

31 de julio de 1905: intento fallido en el Monte Perdido por su cara Norte.

14 de octubre de 1905: intento fallido en el Mur de Berquié de Vicdessos, hasta la mitad.

20 de julio de 1907: intento fallido en la cresta del Costerillou al Balaitús, quedando a medio camino (aunque más tarde la completara).

25 de agosto de 1907: intento fallido en el Casco de Marboré por el norte.

Julio de 1908: nuevos intentos fallidos en la integral de la cresta del Costerillou.

Septiembre de 1908: primer intento fallido en el Capéran de Sesques.

Verano de 1909: segundo intento fallido en el Capéran de Sesques.

11 de julio de 1911: otro intento fallido más en el Costerillou al Balaitús.

31 de julio de 1912: intento fallido en la cresta integral del pico de Russell, que se queda en el pico de las Tempestades.

¡Todo un historial de tanteos, de retiradas y de petardadas, o como quiera llamar! Indudablemente, nos hallamos ante el genuino Señor de los Gatillazos… Mas, para comprender mejor el carácter de nuestro protagonista, vamos a retomar la primera de esta, digamos, recolecta de cagadillas montañeras. Es decir: la tentativa de ascensión al Dent d’Orlu… Un objetivo que, para el pura sangre que era Ussel, iba a ejercer de imán: Esas rocas lisas me habían cautivado; además, según me habían dicho, nadie había pasado todavía por allí, proclamó desde sus Excursions et sensations pyrénéennes (1901). Acompañemos a este pionero de la escalada en su salida desde Ax, un 12 de octubre de 1899, junto con cierto pastor de Vicdessos llamado Pierre Rauzy, su guía de confianza. Pero no nos entretengamos en los prolegómenos de su trepada y pasemos al punto clave de la misma:

Examiné la zona alta del corredor; vi que conducía hacia un obelisco de granito que desde aquí se asemejaba a un capuchino rezando. Ese corredor parecía practicable a partir de un punto situado a 100 metros de nuestra posición, pero, ¿cómo alcanzarlo? Para llegar allí desde el sitio en el que estábamos, sería preciso ir por unas rocas lisas con superficies redondeadas y sin presas, casi sin cornisas: era inútil pensar en aquella ruta. En cuanto a tratar de acceder por el corredor, nos conduciría hacia una de las cascadas más formidables que haya visto nunca: de 20 metros, formada por un bloque empotrado entre dos paredes…

¡Qué minutos de cruel incertidumbre pasamos, antes de decidirnos! Lo volvimos a examinar: entonces descubrimos, a unos 50 m por debajo, dos grandes tajos tallados en la roca que nos parecieron unos corredores secundarios que subían hasta la cumbre directamente¦ Ese descubrimiento nos dio esperanzas, pues tanto el uno como el otro estábamos descorazonados y, además, el tiempo se estropeaba: hacía frío, soplaba viento del sur y esto trajo con él la bruma; el sol no había comparecido en toda la jornada. ¡Oh, qué rocas tan negras y tristes!

Dimos media vuelta. Era preciso que bajáramos desde nuestro observatorio para retomar la cornisa y contornear ese bloque enorme y vertical que la limitaba por el lado de la montaña; así llegamos a una muralla herbosa que superamos sirviéndonos tanto de pies como de manos. Al cabo de diez minutos de ascenso, Pierre se detuvo: Señor, no subamos más; ya llegamos a la roca, pero el tiempo se estropea del todo…

Era preciso tomar una decisión grave. Evidentemente: batirnos en retirada.

Mayor sinceridad, imposible, ¿no? Como el tema de las rivalidades en el terreno de la escalada andaba candente a comienzos del siglo XX, el propio Henri Beraldi daría cancha a esta derrota desde sus Cent ans aux Pyrénées (1904): Un mes después, ¡Ussel tuvo que dar media vuelta! ¡En el Brasseil!; en ese Brasseil de 2.200 metros cercano a Ax. Era su obsesión: sabía que por Ascou era fácil, pero lo quería por Orlu. Lo intentó con Rauzy y se situó en un corredor con el que no pudieron. Unos días después, Ussel tuvo el triste consuelo de ganar el Brasseil con Cénac, aunque por Ascou y con niebla.

Hacer justicia a Jean d’Ussel exigirá aclarar que emprendió una aventura muy adelantada a su tiempo: dicha peña permanecería virgen bastante tiempo, aguardando hasta el 28 de junio de 1914, fecha en que el Dent d’Orlu fue vencido desde la cara Sur-Sudoeste, tras un leve tanteo de la vía Ussel-Rauzy. Sus conquistadores: Raoul Rives y otro joven del que iba a oírse mucho a partir de entonces, un tal Jean Arlaud. Éste último, en la primera de sus primeras, proclamó más tarde: Con la loca presunción de nuestros dieciocho años, soñábamos con medirnos con esa pared donde un viejo roquero como Ussel falló. Pero, a su vez, Arlaud-Rives también habían fracasado en la ruta Oeste ante el ahora llamado Couloir Ussel. Es más; este mismo itinerario se dedicaría a rechazar los asaltos de las cordadas más punteras de entonces: Arlaud-Marceillac (1926 y 1927); Arlaud-Baux-Guiraud-Segrette (1930); Andrau-Pujol-Segrette (1932)… Sólo en 1933, y gracias a unos jovencísimos Pujol-Rodière-Galli, se logró escalar el Couloir Ussel al Dent d’Orlu. ¡Ya era hora!

Nadie debería creer que Jean d’Ussel era proclive a dejarse impresionar con facilidad. Dejando de lado su lista de escaladas exitosas, recurriremos a su historial bélico durante la Gran Guerra, según se podía extractar del Diario Oficial del 3 de mayo de 1914, cuando se hizo pública su concesión de la Cruz de Guerra con título de Caballero de la Legión de Honor a título póstumo: Vizconde Jean d’Ussel, capitán de la reserva en el 263º Regimiento de Infantería. Oficial de gran valor que, desde los comienzos de la campaña, dio pruebas de cualidades excepcionales de bravura y de sangre fría. El 27 de agosto de 1914, sostuvo a su compañía bajo un fuego violento de artillería fumando tranquilamente su pipa bajo la metralla… Cayó gloriosamente al día siguiente, en su puesto de combate.

¿Enfrentarse con los cañones Krupp de los alemanes era mejor que bregar con los peñascos del Dent d’Orlu…? Seamos justos: en gran medida, Ussel emprendió ascensiones rompedoras para la época en las que otros antes que él, y después también, fracasaron. En su descargo, añadir que buena parte de estas derrotas, merced a su insistencia, acabarían en victorias. ¿Y sus motivaciones reales? Escuchémosle: No es la altitud lo que hace el atractivo de un pico, sino su aspecto y la dificultad que presente durante su ascensión; las vistas desde una cumbre parecen cien veces más bellas cuando se ha llegado hasta allí con el corazón bien repleto con las emociones de la escalada.

Sobre la figura de Jean d’Ussel, hubo divergencia de opiniones entre el gremio trepador. Por un lado, su amigo y compañero de cordada, Ludovic Fontan de Négrin, proclamó tras su muerte: La palabra imposible no existía para él. Su guía predilecto, Pierre Rauzy, también le hizo objeto de lo que constituía un cumplido montañés: Era todo un oso. Sin embargo, el escalador número uno de su época y guía de Gavarnie, Germain Castagné, con frecuencia contratado por Ussel, se mostró más sincero y despiadado: Era miedoso y mal escalador, aunque, a pesar de ello, amase todo esto. ¡Caramba con las elegías fúnebres de nuestros amigos!

En fin: he de reconocer que admiraba a Jean d’Ussel tras rastrear sus trabajados éxitos sobre las crestas de las Tempestades o del Costerillou. Ahora que conozco un poco esta faceta suya tan humana, creo que lo aprecio muchísimo más. ¡Chapeau, tío!: una retirada a tiempo, cuando las cartas no llegan bien dadas o el cuerpo no está para farandolas, vale más que una victoria…

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Por Alberto Martínez

Alberto Martínez Embid practica el montañismo desde que era un crío. Últimamente llama la atención su faceta divulgadora, que se podría glosar como firmante de veinticinco libros y participante en veinticuatro colectivos, sin olvidarse de sus más de mil setecientos artículos. Casi todos, de temática pirenaica. Aunque se ha hecho acreedor de tres galardones de narrativa, seis de investigación histórica y siete de periodismo, se muestra especialmente orgulloso del Premio Desnivel de Literatura de Montaña de 2005.

3 respuestas a «El Rey del Gatillazo»

eso mismo digo yo…pero gracias por tus sugerentes relatos….por fin algo más originalidad en los blogs
un saludo
santigo

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