Con frecuencia, en ambientes de esquiadores de montaña surge el eterno debate cuando alguien plantea la cuestión envenenada: ¿hay que acudir mucho a pistas? Entonces, las discusiones se disparan y las opiniones salen a la palestra, unas veces con ímpetu y otras con virulencia. Hay quienes alegan que, por cada día de esquí de travesía, es preciso entrenar al menos dos en laderas de nieve pisada, puliendo la técnica hasta el aburrimiento… Al punto, salta otro para despotricar contra esas hileras de pilonas sembradas a todo monte… Un tercero le complementa con sus observaciones sobre el particular espíritu consumista y de ostentación que se respira entre remonte y remonte… Nada nuevo bajo el sol, os lo aseguro.
En efecto: estas mismas controversias se han ido reproduciendo en el seno de los clubs de alpinismo desde antiguo. No seré yo quien aporte la solución infalible al enigma de la relación de jornadas de esquí en pista/en montaña; me limitaré a añadir un par de apuntes retrospectivos, ¡bastante anteriores a la época de los snowboarders y de los free-ryders! Se trata, sencillamente, de la constatación de unas rivalidades tempranas que aparecieron con el primer decenio del siglo XX, cuando las pistas, tal y como hoy las conocemos, no existían ni siquiera en las mentes más imaginativas… ¿O tal vez sí?
Los padres del deporte blanco pirenaico no tardaron apenas nada en percatarse de que esos tablones tan desmesurados que arrastraban por el corazón de las montañas, les abrían de par en par los reinos del invierno… Pero, asimismo, pronto fueron conscientes de que estrenaban una actividad tremendamente arriesgada. De hecho, durante el primer Tour del Midi d’Ossau, surgió ese incidente con lesión que inauguraría las páginas de sucesos para el gremio. Nos lo cuenta el pionero del esqui-alpinismo, Louis Falisse, desde un resumen retrospectivo:
“El primer par de esquís que llegó a los Pirineos fue a Pau, hacia finales de noviembre de 1903. Llegó desde la Manufactura de Armas de Saint-Étienne, y aunque había sido encargado por Sallenave, pero fui yo quien los probó el primero, un 7 de diciembre y en el Benou: a pesar de un tiempo espantoso de nieve y de lluvia, estuve con los esquís desde las 10:00 h de la mañana hasta la noche. El 13 de diciembre, fui desde les Eaux-Bonnes hasta Gourette con Cintrat. El 20 de diciembre, fuimos desde les Eaux-Bonnes hasta Gourette para bajar por Bésou, Bouye y la Coume d’Aas: Sallenave, Cintrat y Larregain. El 27 de diciembre, di la Vuelta al Pic d’Ossau con Larregain siguiendo el itinerario: Gabas, Broussette, Anéou, col de Bious, Bious Artigues y Gabas. Larregain se heló dos falanges de las manos”.
La verdad es que estas vanguardias del esquí pirenaico le echaban narices. Nada más hacerse con los primeros juegos de tablas, buscaron con ellos la alta montaña sin el menor complejo, a pesar de que sus equipos hoy darían risa…, o miedo, más bien. A saber: tablones enormes y pesadísimos con unas espátulas que, cada pocas salidas, ¡perdían su curvatura! Ni que decir tiene, sin cantos metálicos. ¿Las fijaciones?: las de tipo Huitfeld, que consistían en unos hierros con forma de U invertida donde se encajaban las botas, sujetas mediante correas de cuero. En cuanto a la cuestión de los entonces llamados antiderrapantes, era más terrorífica aún: para no deslizarse hacia atrás cuando subían con esquís, los menos utilizaban unas carísimas pieles de foca natural provistas de cordoncitos, que no autoadhesivas, por lo que el embolsamiento de nieve entre la tabla y la foca era más que generoso. Para el ascenso, los más empleaban pellejos de otros animales, tiras de tela basta, extrañas placas de metal articuladas…, ¡e incluso alambre de espino enrollado a las planchas! Respecto a la técnica de descenso utilizada: ejecutando giros de telemark a las bravas, sobre nieves de calidad muy variada. ¡Practicar el montañismo con los esquís de comienzo del siglo XX, tenía su miga!
Naturalmente, los tortazos se multiplicaron. A base de palazos, como ellos mismos decían, nuestros antecesores intuyeron que era necesaria la práctica de las artes incipientes del deslizamiento en lugares más o menos a propósito. O, lo que era lo mismo: en campas con pendientes moderadas. Mas, ¡ay!, buena parte de los esquiadores de primera hora se aficionaron en exceso a esas primitivas pistas que, aunque no disponían de remontes de ningún tipo ni se pisaban, sí que tenían casetones para guardar el equipo, fáciles accesos, ¡y notable animación! Era el inicio del esquí alpino propiamente dicho, del despertar del universo pistero. La reacción ante estos comodones del deporte blanco no tardaría en producirse: desde la obra Excelsa (1910), del pirineísta y literato Marcel Bourdil, quedaron reflejadas esas modas que, de hecho, originaban una nueva secesión en este deporte tras la producida entre el estilo nórdico y el alpino. Por un lado, los amigos de las filigranas y del lucimiento ante el elemento femenino en las pistas; por otro, quienes buscaban hollar con sus tablas la cota 3.000 metros. Un proceso que pudo acelerarse con la fundación de las primitivas asociaciones galas… Por ejemplo, en enero de 1907 nacía el Sky-Club de Pau al cobijo del Club Alpin Français. Pues bien: a finales de ese mismo mes, sus esquiadores estrenaban ciertas instalaciones precursoras del esquí de pista: la cabaña para guardar las tablas del Port d’Asté. Los primeros grupos concurridos no tardarían en dejarse ver por las lomas de sus inmediaciones, realizando jeribeques entre los vítores del público asistente…
¿Cómo sentó semejante frivolización entre los montañeros? Echémosle un vistazo al texto de la referida Excelsa de Bourdil. En 1910, el antagonismo entre los deportistas que usaban las tablas para realizar ascensiones invernales y quienes las calzaban para divertirse en las campas nevadas más populares, ya flotaba en el ambiente. Al menos, es lo que se aprecia cuando, en la Escena III del Acto I, los supuestos pretendientes de la princesa Excelsa de Gabas se explican ante su celosa madre junto al refugio de Arrémoulit:
“El Lapón: ¡Och, och!
”La bella mamá: ¿Qué es esta bola de pelo? ¿Un calentador?
”Excelsa: ¡Pero, mamá…! Es un lapón… Se había traído para el concurso de esquí… Y, después, se lo han debido de olvidar.
”El Lapón (afirmando): ¡Och, och! […]
”La bella mamá: ¿Pero quiénes son éstos? ¿Unos esquiadores? (a Excelsa) ¿Tienes esquiadores entre tus enamorados? (a Tres-Pies) ¿Cómo os llamáis, amigo mío?
”Tres-Pies: Me llamo Tres-Pies.
”La bella mamá: Es un nombre curioso; y ¿por qué os llamáis así?
”Tres-Pies: Porque voy sobre mis tres pies, que son mis dos esquís y mi piolet… Soy un esquiador del modelo antiguo. Cuando me deslizo, no procuro sino espantar a los espectadores y, cuando me quiero detener, poco me importa que sea mediante un telemark o un khristiania, siempre que me pare… Me niego a permanecer en pie durante ocho horas, en las zonas de pantanos, sólo a mil metros, subiendo y bajando las mismas pendientes, como hacen las ardillas enjauladas… ¡No! ¡Siempre voy hacia lo más alto! ¡Hacia las cimas…! Vignemale, Balaitús, Monte Perdido y Aneto: he sometido bajo mis esquís a todas las grandes cimas pirenaicas.
”El llamado ¿Lo-has-visto?: Tú has puesto las grandes cimas pirenaicas bajo tus esquís, pero no dices que, para hacerlo, has debido echarte tus esquís a la espalda… No eres un esquiador: eres un porteador de esquís…
”Tres-Pies: ¡No importa!, yo soy quien introdujo el esquí en los Pirineos.
”El llamado ¿Lo-has-visto?: ¡Sí!, pero he sido yo el primero que ha sabido deslizarse… Con los largos patines de madera pegados el uno contra el otro, el cuerpo recto como una “I”, los músculos poderosamente contraídos, ágil y esforzado todo el conjunto, me deslizo como un águila entre el polvo de la nieve, y el corazón de las chicas jóvenes palpita cuando paso…
”La bella mamá: Entonces, ¿cómo os llamáis, joven?
”El llamado ¿Lo-has-visto?: Me conocen como ¿Lo-has-visto?, y soy el esquiador del nuevo modelo…, (a Excelsa) ¡Ah! ¡Seguidme, princesa! ¡Venid!, vuestra mano junto a la mía, derecha como yo y, como yo mismo, tieso: degustaréis una borrachera que sobrepasa a todas las demás.
”Tres-Pies: No hay más que una borrachera: ¡la de las cimas!
”El llamado ¿Lo-has-visto?: En efecto, no hay más que una: la de la velocidad cada vez más alocada, en medio de un concierto de aplausos y de alabanzas, ente dos hileras de curiosos”.
Dejaremos unos instantes estos diálogos tensos para explicar, de manera rápida, la trama de esta obrita. Para ganar el corazón de la bella Excelsa de Gabas, sería preciso adivinar el enigma planteado por su madre: ¿quién fue el primero en hollar el Balaitús? Así, tras partir los pretendientes en tropel hacia dicha montaña para descubrirlo, en la Escena VI del Acto II regresaban algunos con noticias de los esquiadores:
”Tres-Pies: Creo que ya lo tengo… (rozando con los esquís la cacerola de Mandíbulas).
”Mandíbulas: ¡Eh! ¡Diablo de hombre! ¡Mira dónde pones tus pies!
”Noémi: ¿Qué es lo que tenéis?
”Tres-Pies: ¡Pues el itinerario! (tira los esquís al suelo). ¡Uf, ha sido duro!
”Noémi: Sobre todo, si habéis llevado esos ingenios hasta la cumbre.
”Tres-Pies: Justamente hasta la cima. He plantado la cola sobre la testa del Cervino de los Pirineos.
”Noémi: ¿Y vuestro colega ¿Lo-has-visto?… ¿Qué le habéis hecho?
”Tres-Pies: ¿Lo-has-visto?, desaparecido, desvanecido, pfttt… Subíamos juntos por el glaciar de las Néous… Naturalmente, el hombre de los dos bastones no tenía piolet. En la primera nieve dura inclinada, se ha resbalado, jurando como un demonio y, finalmente, se ha batido en retirada… Un momento después, lo he visto más abajo, haciendo un telemark… Pero sobre las tripas… Y, después, ya no lo he visto más.
”Noémi: Espero que no le haya sucedido desgracia alguna.
”Tres-Pies (con aire feroz): Quizás se haya caído en alguna grieta… Esos esquiadores del nuevo modelo no duran nada”.
Bueno, bueno, bueno… Aunque de forma literaria, el gremio de los asiduos de las pistas acababa de adquirir así su primer mártir. Tal era el inquietante destino que le reservaban en este texto humorístico sobre el deporte blanco… Por cierto: el esquiador superviviente, el clásico y montaraz, no obtendría la mano de la princesa Excelsa. O, puesto que se trataba de una alegoría bastante alambicada, lo que era lo mismo: el Balaitús no se declararía demasiado amigo del esquí. Dada su orografía, parecía incluso lógico. De cualquier manera, ¿no resulta revelador de lo que iba a llegar más adelante, el hecho de que, en esta ficción de 1910, el precoz pister terminara su trayectoria dentro de una grieta del glaciar de las Néous? Lo dicho: nada hay nuevo bajo el sol.
2 respuestas a «Rollos de esquiadores»
igual, excelsa se fue con un noveno-gradista, todo pudiera ser
Realmente, Kili, ¡parece como si hubieras leído este cuentecillo de Excelsa! Porque, en efecto; su autor insinúa que nuestra Princesa de Gabas se liaba con un novenogradista de la época: cierto joven llamado Eloi, poco amigo de las multitudes sobre el Balaitús, un enamorado de esta cima a quien no le importaría dejar este mundo entre sus riscos¦
Hay que conocer un poco al firmante de este curioso texto de 1910, Marcel Bourdil (1873-1928), para entenderlo¦ Mucho antes de que nuestro amigo Narciso de Dios Melero escribiera œEn el corazón de la montaña (¿2008?), estaba de moda humanizar a las cimas pirenaicas¦ ¿Ya he aclarado que Excelsa es, en realidad, la idealización de la cumbre del Balaitús? Entre sus supuestos pretendientes, se realizó el censo de toda la variopinta fauna que rondaba esta montaña a comienzos del siglo XX desde el nuevo refugio de Arrémoulit: los amigos de las grandes caravanas escolares, los trasnochados alpinistas románticos, los militaristas acérrimos, quienes asistían sólo a las comilonas de los clubs y, desde luego, ¡nuestros esquiadores en sus diversas facetas! A todos terminará por darles calabazas la chica/montaña en liza, claro está.
Bourdil fue, en cierto modo, un novenogradista de los años que le tocaron vivir. Daba clases de griego en Pau y aprovechaba todo su tiempo libre para salir al monte: escalando en verano y practicando el esquí de montaña en invierno. Las tapias más ásperas de entonces le vieron trepar por sus muros: Maucapéra, Midi d™Ossau, Capéran de Ger¦, ¡y, desde luego, el Balaitús! Por ejemplo, el 20 de septiembre de 1907, Bourdil formaba cordada con Cintrat, Meynot y Parant para buscar y repetir la vía de Fontan de Négrin en la Norte del Balaitús, desde el flanco de Larraille. Se equivocaron y estrenaron otra ruta. Siempre me gustó la descripción irónica que hizo Bourdil del nuevo itinerario que acababan de abrir: œVía aérea y pintoresca con cornisa caprichosa, amplia y segura, desposándose con todos los repliegues de la muralla; un camino verdaderamente para automóviles. ¡Todo un personaje, el autor de Excelsa!
No pensaba enrollarme tanto, pero así y todo no puedo evitar darle un poco más a la tecla y picar unos fragmentos del artículo que apareció en el Bulletin Pyrénéen de 1929, glosando la figura de este escalador tras su muerte: œ[¦] Marcel Bourdil tenía un concepto un tanto particular de la montaña. Buscaba las cimas poco conocidas y con vías de acceso difíciles. De gran sensibilidad, le lastimaba encontrarse con caravanas grandes y ruidosas, con carteles indicadores, con clavijas de hierro en la roca. Cualquier tentativa demasiado acentuada de divulgación, le parecía una profanación. Una montaña no le parecía tentadora si no era conquistada sino pagando el precio del esfuerzo, e incluso del peligro¦.
Ah, sí: para profundizar más en este tema, recomiendo cierto trabajo muy hermoso, publicado en doblete por Marta Iturralde¦ Para los moradores de la vertiente sur, œExcelsa, la diosa del Balaitús (Anuario de Montañeros de Aragón 2004-2005, mayo de 2005); para los amigos gabachos, œExcelsa, la déese du Balaïtous (Pyrénées nº 232, octubre de 2007).
En fin, Kili: ¡que tengas buenos encuentros con Excelsa!