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El secreto del ibón Helado del Monte Perdido

Pasemos ahora a la crónica hidrológica de ese iboncito recoleto que se acuna entre el Cilindro y el Monte Perdido. Cuyo nombre, aragonesizado o no (para gustos están los colores), adelantaré que es de procedencia montañera, que no montañesa. Digan lo que digan los inventores de países imaginarios y cachiruleros…

Durante los inicios del siglo XIX, cuando se sufrían los coletazos últimos de la Pequeña Edad Glaciar, creo poco probable que pastor belsetano alguno se allegara hasta la lagunita de marras. Parece más factible que nadie en todo el Alto Aragón sospechase siquiera su existencia. No como en el caso del cercano ibón Helado del Marboré, registrado en textos desde al menos 1795. Sin nombre, claro.

Fuera lo que fuese, se sabe que a partir de 1802 los humanos comenzaron a desfilar por sus inmediaciones, si bien con el ritmo pausado de un cuentagotas. Aunque nadie dijera nada de ningún lago sobre la cota de los 2.988 metros. Al menos hasta que, ya bien superado el ecuador del siglo XIX, nuestro lacustre protagonista llamase la atención de Henry Russell. En diversas ocasiones, demostrando que el gran explorador pirenaico no solo tenía ojos para los picachos.

Merece la pena que repasemos cómo fueron estos encuentros producidos cuando el arqueo de pirineístas en activo era clamorosamente escaso. No en vano, los textos russellianos que presentaron al mundo a nuestro ibón originaron igualmente su nombre. De un modo progresivo, racional e histórico, se entiende: sin que interviniera en dicho proceso ninguna Comisión Asesora de Toponimia…, inmersa en algún hipotético Proyecto Ibón.

En 1864 Henry Russell reconocía una de las rutas poco o nada utilizadas para acceder hasta la mayor de las Tres Sorores. De este modo narró su hallazgo desde diversos artículos y en los Souvenirs d’un montagnard (1878):

“Una hora más tarde, habiendo trepado en dirección sureste por un corredor difícil y muy expuesto a las avalanchas, desemboqué con mi guía en el inmenso collado del Cilindro, desde donde, sin pérdida de un minuto, bajamos hacia el oeste, hasta las orillas de un pequeño lago helado que dormía entre rocas al oeste-noroeste del Monte Perdido, situado entre este y el Cilindro.

”Desde dicho collado [del Cilindro] un peatón sin miedo puede seguir hacia el sureste, trepando por la difícil cresta que lo une al Monte Perdido. Pero es mejor salir desde la pequeña laguna situada al oeste del collado”.

Estos párrafos sencillos significaban la entrada en escena de la hoy popular vía normal hasta la cota 3.355 metros y, de paso, de cierto iboncito con tendencia al ensueño. Que acababa de recibir, a falta de nada mejor, parte de su nombre actual, basado en una consideración más que palpable.

Russell regresó al sector en el verano de 1871. Su reencuentro con el laguito, siete años más tarde, le suscitó impresiones de corte poético:

“Tras dejar a la izquierda el pico del Marboré describimos un arco horizontal por el sur del Cilindro, y en una hora desde el collado de la Cascada arribamos a ese estanque, completamente helado, del Cilindro, situado al oeste-noroeste del Monte Perdido, en una región muy alpina donde todo aparece como si estuviera apagado y helado para siempre. Se podría añadir: cadavérica. Pues la palidez y lividez de los muertos se extiende por todo sobre estos neveros y mármoles, más desolados que los cementerios”.

Aquí se ve que, por los pelos, nuestra laguna estuvo a punto de unir su denominación con el Cilindro. Cualquier geógrafo objetivo lo hubiera comprendido, dado que, por entonces, el lago Helado del Monte Perdido no era otro que el actual ibón Helado del Marboré, o de Pineta, o de Tucarroya. ¿Se constatan mejor unos líos toponímicos que venían desde antiguo y que lo último que necesitaban era que los intereses politizados fijasen sus ojos en ellos?

Existe un tercer testimonio del que fuera aclamado como Señor del Vignemale. Durante la última de sus cinco visitas al techo de las Sorores sobrarbesas, decía lo siguiente del aspecto que brindaba dicho cuenco lacustre en 1891:

“Con las luces mortecinas de una luna que ya se eclipsaba remontamos al este, sobre un hielo duro en extremo, si bien bastante rugoso por fortuna, su glaciar sin grietas. Era como una lengua de plata, tan lívida como azulada, que venía para pulir el agua del pequeño lago. El viento redoblaba y rugía ahora como el trueno. ¡Los 300 metros que nos quedaban por subir [hasta el Monte Perdido] iban a ser duros!”.

Resumiré el proceso consiguiente: de la mano de la cartografía francesa, que entonces no había otra para el detalle, existió desde finales del XIX un Pequeño Lago Helado del Monte Perdido… En dicha lengua, claro está. Desde donde se tradujo al español a no mucho tardar, eliminando con frecuencia el adjetivo Pequeño. Y desde donde, hace poco, evolucionó hacia el topónimo de ibón Chelau sin que nadie haya querido dar un paso al frente en esta suerte de paternidad encubierta. Sin que, por mucho que clamen ahora los nacionalistas desnortados, parezca que hubiese de por medio montañés alguno…

No es difícil rastrear desde artículos y guías de la vertiente sur cómo discurrió la transformación del hidrónimo. Como estos días se festeja el centenario del parque nacional, copiaré la reseña de su primera guía oficial de 1935, firmada por Arnaldo de España:

“Desde el refugio, y teniendo por faro la cumbre de Monte Perdido, dirígese uno a su base, donde se encuentra el Pequeño Lago Helado, vertiente del Cilindro, por sendas perfectamente determinadas en algunos trayectos y perdidas en otros, no siendo muy dificultoso establecer la debida continuidad”.

La cita no ha sido elegida al tun-tún. Porque en este punto voy a retomar la crónica del esclarecimiento de los enigmas del gave de Gavarnie/Lourdes/Pau iniciada en el texto anterior. Centrándome ahora en las porciones más elevadas de tan importante arteria…

Así, en el número 265 de la Revista Ilustrada de Alpinismo Peñalara (enero de 1936), José Luis Mas nos brindaba un interesante trabajo sobre “Espeleología pirenaica: la gruta Devaux”. El erudito montañero fijó su atención en el sector de los llamados picos de la Cascada, o Trois Soeurs de la Cascade. De nuevo, los puntillosos investigadores españoles de antaño no parecen revelar ni la menor sombra de esos topónimos que se han materializado, como por arte de birla-birloque, en una Lista Soro de tresmiles aragoneses, oficial-se-quiera-o-no desde junio de 2017. Que en este sector de los picos de la Cascada-pico del Marboré da la impresión de haber tirado, como en pocos, de la creatividad más desatada.

Pero sigamos en un plano serio. Nuestro hombre del Peñalara reconocería el tramo de las surgencias de Brulle y de Devaux, constatando “el poder destructor formidable del agua y el hielo, que corroen la roca caliza que forma en gran parte el macizo”.

Mas acudió a estas oquedades galas en expedición con la familia Rösch, conjeturando sobre la posibilidad de que el arranque de la Gran Cascada estuviese relacionado con un “minúsculo lago helado del collado del Cilindro” que habían visitado con anterioridad. Emplazado ante ese Trou de Brulle que brotaba no lejos del de Devaux, nuestro peñalaro tomó unas fotos de impacto para su difusión en tierras hispanas. En la segunda caverna penetraron para ver si descubrían las fuentes del Gave, teniendo que  “arrastrarse para poder seguir, como pidiendo humildemente a la gruta permiso de entrada”.

La exploración Mas-Rösch determinó en 1936 que “el torrente que sale por la Resurgencia Brulle, verdadero manantial del Gave de Pau, no es otro que el arroyo de la Sala F de la Devaux”. Sin embargo, les pareció poco verosímil que semejante caudal procediese únicamente de los neveros de los picos de la Cascada (o de las Tres Hermanas, recuérdese): se pensó que el agua también tenía que fluir desde el lado sur de la frontera. Una tesis que llevaba tiempo defendiendo el profesor Mengaud de Toulouse, quien presentía que la Gran Cascada de Gavarnie se formaba con los flujos oscenses del Marboré.

En 1944 se obtuvieron nuevas pistas que apuntaban en esa misma dirección cuando un grupo de espeleólogos de Montpellier percibió que las aguas del ibón Helado del Monte Perdido parecían desaparecer por un desagüe de su dique sur. Una barrera calcárea que simulaba no permitir que el caudal descendiera, como hubiese sido de ordenanza, valle abajo, hacia Góriz y Ordesa…

El enigma del nacimiento del Gave se resolvió de un plumazo el 31 de julio de 1952: en el curso de un campamento de verano del Groupe des Jeunes tolosano, los prontamente apodados como “los “Hombres Azules” subieron hasta nuestro laguito con varios kilos de una poderosa tintura fluorescente. El resto de la expedición, apostada en los accesos a la Brecha de Rolando, pudo ver cómo la Gran Cascada de Gavarnie brotó de color inequívocamente azulado. Los testigos situados en la base del hemiciclo dieron fe de que el tinte surgió tanto por el Agujero de Brulle como por el de Devaux. Bernard Martel y Pierre Mengaud determinaron así que el nacedero del gave de Gavarnie/Lourdes/Pau era el ibón Helado del Monte Perdido. Del todo aragonés en su origen.

Hoy se cree que la Grande Cascade recibe aguas de otros aportes oscenses del Marboré. Y, sin embargo, a pesar de disponer de tan abundantes fuentes, en octubre de 2017 dicho salto se secó del todo. Son los misterios de esos caminos que siguen las caprichosas gotitas de agua para completar un nuevo ciclo en el océano…

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Por Alberto Martínez

Alberto Martínez Embid practica el montañismo desde que era un crío. Últimamente llama la atención su faceta divulgadora, que se podría glosar como firmante de veinticinco libros y participante en veinticuatro colectivos, sin olvidarse de sus más de mil setecientos artículos. Casi todos, de temática pirenaica. Aunque se ha hecho acreedor de tres galardones de narrativa, seis de investigación histórica y siete de periodismo, se muestra especialmente orgulloso del Premio Desnivel de Literatura de Montaña de 2005.

16 respuestas a «El secreto del ibón Helado del Monte Perdido»

Hola! Si, disculpad por el enlace, en su facebook tienen hasta 29 fotos, y si simplemente poneis grotte devaux en google, las primeras paginas son medios franceses que hacen referencia (todas con las mismas fotos y textos que en facebook)
https://m.facebook.com/expecanyonspeleo/?refid=18&ref=group_header&__tn__=CH-R
Siempre me he sentido fascinado de esta joya…
Saludos a todos los simpatizantes de lo “inusual”… Y enhorabuena alberto por tus textos.
Salud!

Buenas, hace unos dias un grupo de espeleologos franceses han entrado a la gruta devaux, espectaculares imagenes que no os defraudaran…

Disculpa el retraso en la respuesta, que andaba fuera… Pues, si fueras tan amable de dejarnos por aquí el enlace, si lo tiene, o el título de la publicación de la que hablas, nos harías un favor a más de uno… Saludos cordiales, amigo…

Hola de nuevo, “iaqui”… Gracias a ti por complementar tan estupendamente bien estas entradillas… Si te interesan las historias sobre los ríos de alta montaña de Aragón, hacia los inicios de diciembre la “emprenderé” con dos de ellos, muy característicos y especiales, que nacen en torno al Aneto… Más saludotes!!!

Esta historia recuerda a la de la cascada de los Uelhs deth Joeu, en el valle de la Artiga de Lin… Surgencia que el geólogo Norbert Casteret demostró que procedía del Forau d’Aigualluts (o como sea que se llame, pues uno no sabe ya qué pensar), después de abocar 60 kg de fluoresceína… Aunque creo recordar que en este caso las aguas se tornaron de color verde… De cualquier modo, espero que la presentación de tus Nacederos en la sede de Montañeros fuera todo en éxito!!

Gracias por sacar a colación la historia del Forau de Aiguallut, que pronto volcaré (aunque sin fluoresceína) por estas páginas… Más saludos, Xavi…

Ya me veo con un diccionario toponímico-conversor para aclararme cuando lea esos textos maravillosos que nos legaron los primeros pireneistas. Si ya surgían dudas, como se imponga la lista Soro nos vamos a volver locos.

Bueno, José: yo diría que la Lista Soro (insisto en que no su titular) está en DEP… Aunque no descarto que esa media docena escasa de, no sé cómo llamarlos, ¿expertos?, sigan con su “toponimia creativa” siempre que puedan. Me da que el político de CHA se arrepiente ante las reacciones que ha obtenido esta iniciativa del “Pirineo Imaginario”, la resolución por sus artífices y la reacción desde el colectivo montañés y montañero…

Y si alguien desea hablar del ibón Helado del Monte Perdido o de la Gran Cascada de Gavarnie (el “tramo aragonés” del celebérrimo Gave pirenaico), ya sabe: andaré por la sede de Montañeros de Aragón (Gran Vía 11, bajos, Zaragoza), desde las 19:30 h este jueves 4 de octubre…

ya veo que no te resistes a dejar de hablar de la toponimia ni en tu presentacion lo que me parece mejor que bien alberto

Tampoco te creas que lo hago adrede, Luis. Pero sucede que los temas toponímicos, los que se apoyan en la historia despolitizada quiero decir, te salen un poco por todas partes. Hay que ser muy cegato para, si te interesa de veras la orografía altoaragonesa, no verlos a nada que se lea un poco. En fin.

Vaya. Mira por donde el Ibón Chelau no es ningún gran hallazgo de la investigación aragonesista y aragonesizante sino el mero capricho de algún traductor correoso. Y misterioso por más señas. Que es lo habitual en estos cambiazos en lo que sueles llamar “Mapas de la Editorial Autóctona”. Quien sabe si a ese traductor bien escondido le podía haber dado por llamarlo el “Ibonet Geladico” y todos tan frescos.
Mañana desde luego que estaré escuchando lo que nos quieras contar de tus aventuras por esos étangs-lagos-ibones Gelés-Helados-Chelaus. Que tengas lleno.

Hola, Makako… Te podría contar una anécdota muy jugosa sobre un debate que sostuve, hace ya una decena de años, con uno de estos fanáticos de los “nombres autóctonos” en este terreno del ibón Helado del Monte Perdido/Ibón Chelau. En esos tales, ya se sabe: el individuo en cuestión se suele poner estupendo sobre la preservación de la herencia tradicional-tradicionalística. Con un par. ¿Hasta mañana, en Montañeros…?

Ya veo Alberto. En lugar de Repundas dera Ula-Hop o algo así que han puesto en la Lista Soro a los picos de la Cascada tendrían que simplemente traducir. A Repundetas de las Tres Chermanicas para que suene a aragones de toda la vida.

Pues sí: podrían haber metido, en los picos de la Cascada y demás tresmiles aragoneses, el nombrecito que hubiesen querido, que tienen apoyo de la Consejería de Vertebración y con eso basta. Aunque igual de despótico, hubiera sido infinitamente más honesto que reconociesen que estaban abordando una serie de cambiazos politizados porque sí, añadiendo que esos nombres eran los que más le gustaban al señor tal o cual, que para eso lo habían colocado allí. ¡Ar!

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