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Old Thunder en Andorra

En casi todas las crónicas trekkers del Pirineo se suele citar a Hilaire Joseph Pierre René Belloc. Un poeta, periodista y escritor nacido en 1870 cerca de París, de madre británica y padre francés. Todo un personaje que vivió en un ambiente familiar de creadores merced a las obras literarias de su progenitora y de su hermana. En cuanto creció y se formó, este caballero con la doble nacionalidad franco-inglesa destacó de modo especial en su faceta como cronista, donde se ganó el apodo de Old Thunder, o el Viejo Trueno, debido al fuerte carácter del que hacía gala. Por lo demás, fue miembro de la Cámara de los Comunes por el Partido Liberal inglés en 1906, para hacerlo en 1910 como independiente. Lo dicho: toda una personalidad la de nuestro hombre.

La obra escrita de Belloc se inició en 1896 con unos Versos y sonetos. Pero las cotas más altas de su carrera en el mundillo de las Letras se deben a ciertos tratados de Historia, que desarrolló casi siempre desde perspectivas cristianas. En estas dos entradas se atenderá únicamente a su faceta como trotamundos, que pareció arrancar en 1898 con su texto sobre The modern traveller. Por ello resulta obligado acudir al gran volumen sobre The Pyrenees, with forty-six sketches (1909), de múltiples ediciones. A tenor de alguna alusión discreta, es posible que el periplo que refleja en dicho libro se concretara, en cuanto a las etapas por el sector oriental de la cordillera, allá por el año 1905. Una buena época para que los turistas vivieran, todavía, sus pequeñas aventuretas entre montañas y quebradas…

Aunque el culto Belloc realizó múltiples referencias, dispersas un poco por todo, en torno a las más variadas facetas del Principado pirenaico, nada como limitarse a sus líneas más paisajísticas y andarinas. Recurramos, pues, a ese Capítulo V dedicado a la “Andorra and the Catalan Valleys”. Nos permitirá observar, desde una visión muy anglo, ciertas observaciones sobre sus rutas de ingreso septentrionales más aptas para los espíritus deportivos:

“Se puede incluir Andorra junto con el valle español del Segre, el valle superior de la Noguera Pallaresa y la Val d’Aran, para así completar un viaje, y realizarlo a través de Andorra hasta la Seu, desde aquí hasta del valle del Segre y el de la Noguera, y así hasta el Alto Garona, en una ronda en la que se cubra toda una zona de los Pirineos, toda ella en su sector catalán.

”Hay dos formas por las que se puede llegar al curioso país de Andorra desde el norte, y ambas parten en última instancia del valle del Ariège. La primera de ellas, la más corta y difícil, es por el valle del Aston, un afluente del Ariège que baja por un valle lateral y que queda cerca tanto de la estación de tren de Cabanes como la línea de Foix a Ax. La segunda y más fácil manera de entrar es subiendo hasta las fuentes del propio Ariège, el río principal, y sobre el Embalira. En cuanto a la primera, todos los valles rocosos que se fusionan para alimentar el río Aston forman juntos una de las mejores regiones para aquéllos que se proponen explorar en solitario un rincón de los Pirineos durante unas cortas vacaciones. Incluso si un viajero de este tipo no puede u opta por no forzar una de las entradas a Andorra, habrá encontrado en el Aston un país en el que el hombre puede acampar y pescar, así como subir a cualquier lugar, con una sensación de libertad bastante desconocida en este reino […].

”Toda la cuenca del río [Aston] incluye seis corrientes principales y, por supuesto, muchos torrentes más pequeños que lo alimentan. Los nombres de los picos descubren por sí solos su evasión, así como la mezcla de miedo y atracción que han tenido para los pastores de estos lugares las tierras altas. Se puede pasar una semana, o un mes, o todo un verano en el sector en ese circo encantado que queda limitado en la frontera por la alta cresta que va desde la fuente de plata, el Fontargente, con su pico alto y su cadena de lagos. El Aston tiene en sus fuentes, escindidas de España, una cresta de ocho mil a nueve mil pies, que es una cresta cuyos pasos son ligeras muescas entre las rocas más altas. Los caminos hacia Andorra a través de esta cresta, desde el Alto Aston, son tan numerosos como dichas muescas, y casi todas se pueden subir con algo de conocimientos y paciencia, pero las únicas porciones donde existe alguna pista son el Fontargente, en el este, y los Peyregrils [¿Pla de les Peires?], en el oeste. Es fácil fracasar en cualquiera de los dos y, por lo tanto, se requiere cierta habilidad y algo de espíritu deportivo para tener éxito en cualquiera de ambos caminos”.

En este punto, Old Thunder iniciaba una descripción detallada del acceso al Principado del Pirineo por ese camino que llamaba “de los Peyregrils”: arrancaba desde Cabanes y seguía luego la corriente principal del Aston. Como buen globetrotter anglo, se decantó “por un sendero a través del bosque y llevando un mapa como guía”. Se trataba de una vía que, a tenor de las explicaciones que daba, no era nada sencilla de transitar. Así detalló sus dificultades para quien deseara repetirla por su cuenta y riesgo:

“Uno puede extraviarse en el desértico valle bajo y verse perdido durante dos días como me pasó a mí, o para siempre, aunque a mí no me sucediese aquello. Al cometer estos errores, es fácil que los hombres se extravíen, y uno puede estar seguro de que las personas que son halladas muertas en las montañas, bajo algún pequeño precipicio, no han perecido, como dicen los periódicos, por ningún accidente, sino por el mero agotamiento. Han vagado entre la niebla o se han perdido de alguna otra manera hasta que la privación los debilita tanto que ya no encuentran el menor punto de apoyo: en general, el gran peligro en las montañas no es el de caerse, sino el de quedar separados de los demás hombres. En este lugar en concreto, como en muchas otras dificultades de esta clase, la brújula puede salvarnos, porque si uno descubre que va cada vez más hacia el este, marcha por el camino equivocado”.

Maravilla que este tipo de indicaciones favoreciesen de algún modo el turismo precoz, incluso entre el siempre peculiar mercado inglés. Por lo demás, no padeció desastre alguno nuestro original explorador, quien llegó en una pieza a la aldea de Serrat, y desde allí, ganó el pueblo de Ordino. Solo le restaban, pues, cuatro millas hasta la Old Andorra, o mejor dicho, la capitalina Andorra la Vella.

A despecho de sus advertencias sobre las pérdidas y los fallecimientos por los lugares desolados de esta cordillera, tampoco debió de causarle una muy mala impresión su periplo Francia-Andorra monte atraviesa. Y, puesto a no ahuyentar en exceso a la clientela, Hilaire Belloc quiso dulcificar un pelín los riesgos de su propuesta para andarines bien curtidos:

“La distancia desde el collado hasta Andorra es de algo más de doce millas, contando todos los recovecos del camino. En esto, como en tantos cruces de frontera de los Pirineos, la dificultad está totalmente en el lado de los franceses: una vez en el lado de los españoles, sus valles, más amplios, conducen sin dificultad por los caminos”.

No contento con esta vía precursora del turismo de aventura, nuestro cronista la completó con unas explicaciones del acceso desde el valle de Aston y “los acantilados y precipicios imposibles de la Passade y la Cabillère”…, que aquí nos saltaremos, para no abusar de las emociones fuertes. Mejor, buscar el sosiego recurriendo al viajero british para que describa el camino más usual entre L’Ospitalet y Soldeu a través del port de Framiquel.

Sin embargo, estas andanzas del Viejo Trueno por la Andorra de 1905 quedarán para una siguiente entrega…

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Por Alberto Martínez

Alberto Martínez Embid practica el montañismo desde que era un crío. Últimamente llama la atención su faceta divulgadora, que se podría glosar como firmante de veinticinco libros y participante en veinticuatro colectivos, sin olvidarse de sus más de mil setecientos artículos. Casi todos, de temática pirenaica. Aunque se ha hecho acreedor de tres galardones de narrativa, seis de investigación histórica y siete de periodismo, se muestra especialmente orgulloso del Premio Desnivel de Literatura de Montaña de 2005.

5 respuestas a «Old Thunder en Andorra»

Eso de perderse y perecer de agotamiento… no sé, incluso en aquella época parece un tanto aventurado, al menos como causa común de fallecimiento. En mis conjeturas, no deja de ser un delirio de autor que empaña el rigor de sus descipciones.

No sabría qué decir, José, pero no me imagino a demasiados viajeros muertos ni aun por las zonas remotas del Pirineo, al menos en tiempos de paz… Igual nuestro buen hombre exageraba un pelín para darle un toquecillo dramático/comercial a su texto…

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