La cueva se encuentra en el seno del Cerro de la Oliva, una elevación que apenas se destaca de la hilera de promontorios calizos que cierra por el norte el valle del Jarama, al noreste de Torrelaguna (Madrid). La entrada histórica (UTM 461854 E, 4525962 N, 874 msnm) se abre en las proximidades de un camino de servicio del Canal de Isabel II, en la parte alta del cerro, en tanto que las bocas artificiales se encuentran en la extremidad contraria, sobre el valle del Lozoya, en la vertiente nor-oriental del monte. Para lograr una descripción espeleológica genuina, voy a obviar deliberadamente la existencia de estas últimas y trazaré el itinerario —forzoso para los primeros exploradores— que arranca en el acceso natural a la cueva. (Este acceso permanece hoy cerrado mediante una puerta de seguridad).
Representación del Cerro de la Oliva y la Cueva del Reguerillo. (C. Puch).
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Primer Piso
Luego de la sala-vestíbulo de entrada, y tras un corto pasaje bajo, penetramos en la galería principal del Primer Piso, denominada “de la Oveja” en su tramo inicial por Maura y Pérez de Barradas (1936). Tiene algo menos de 200 metros de longitud y es la de mayor sección y la más concrecionada de toda la cavidad. Una amplia colada estalagmítica ocupa toda su pared izquierda. Bajo ella se extiende un lodazal que, en otros tiempos, y debido a filtraciones provenientes del Canal Alto del Atazar, formaba un entretenido lago.
Primer Piso. El lago. (C. Puch).
Plano del Primer Piso, hasta “El Tubo”. (Equipo NSS).
Primer Piso. El Lago, en la zona más estrecha del pasaje. (C. Puch).
En la parte final, después de unos conductos espaciosos, se encuentra la galería de comunicación con el piso inferior, que concluye en un culo de saco sin continuación aparente. Una ventana, colgada a un par de metros, da acceso al antaño exiguo pasaje conocido como “El Tubo”: un estrecho conducto desfondado, que estuvo en gran parte recubierto de arcilla húmeda que el paso de generaciones de visitantes ha ido liberando. Bruscamente desemboca en un embudo vertical de 4 metros, que se estrangula nuevamente y, luego de un antipático quiebro, se abre a un nuevo salto de otros 4 metros. El pasaje tenía su miga…
Formaciones estalagmíticas y filtraciones de agua en el Primer Piso. (C. Puch).
Repuesto del trance, y después de sacudirse la arcilla recolectada en el tránsito por este corto via crucis, el explorador puede contemplar las evoluciones del trasero de su inmediato seguidor, mientras saborea el embrujo de hallarse en la antesala del…
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Segundo Piso
Los primeros metros transcurren a cuatro patas en un pequeño enrejado de conductos que desembocan pronto en la Galería Principal (cota: -53 m). Retrocediendo hacia la derecha (SO) se alcanza un dédalo de diaclasas orientado hacia el Tercer Piso, con el cual no llega a comunicar debido a una importante obstrucción arcillosa.
Parte occidental de los pisos Segundo y Tercero. (Equipo N.S.S.).
Avanzando hacia la izquierda, y luego de superar un resbaladizo escalón de colada (“La Culada”), la galería principal, relativamente espaciosa, se dirige sin mucha historia al ENE. Enseguida aparece, a la derecha, una grieta que conforma el primero de los accesos al nivel inferior o Tercer Piso. Al frente, el techo de la galería principal desciende, al tiempo que el piso arcilloso gana altura: estamos entrando en “Los Laminadores”. Allí mismo, a la izquierda, se abren las curiosas “Galerías de los Pendants“.
Parte final de “Los Laminadores” del Segundo Piso. (C. Puch).
Después de laminarnos a placer por espacio de casi 200 metros, sin que ni la contemplación de las celebérrimas “Piernas de Sofía” (Loren) nos alivie del entumecimiento provocado por tan prolongada genuflexión, suelo y techo se separan para gozo nuestro. En la pared derecha de la recompuesta galería, el sugerente Tercer Piso abre nuevamente sus fauces hasta en tres ocasiones, aunque a este nivel no sea más que un endiablado “Laberinto”, de merecida reputación.
Galería principal del Segundo Piso. (C. Puch).
La galería principal es ahora amplia y confortable, aunque no por mucho tiempo. Llegados a la “Sala del Perro que Fuma” —así bautizada a causa de una pintada allí realizada por los miembros de una famosa cordada, coetánea de la época de las primeras exploraciones—, un derrumbe marca la frontera con la “Galería Nueva”, descubierta en 1964. Por encima de la sala del vicioso can se desarrolla un trasunto del mentado “Laberinto”, denominado “México”, que está aderezado con alguna que otra “perrería” —como corresponde al lugar.
La “Galería de los Osos”, en la Galería Nueva del Segundo Piso. En el suelo de arcilla se aprecian los huecos supuestamente excavados por los osos de las cavernas para hibernar. (C. Puch).
A través del derrumbe se halla el paso clave a la continuación del Segundo Piso, en una zona algo compleja en la que, por cierto, tiene su arranque la “Galería GEIS”. Tras remontar —o cortocircuitar por la derecha— un resalto (“El Estribo”), y atravesar una sucesión de estrecheces y laminadores húmedos, desembocamos en la “Galería de los Osos”, cuyos virajes suaves conducen hasta la otrora espléndida sala de “El Órgano”. La hermosa formación, hoy destartalada, ha sufrido una inmisericorde poda a manos de individuos de dudosa catadura que ahora pululan por la cueva, llenándola de todo tipo de inmundicias y ofensivos testimonios de su estancia. Pero no sólo “El Órgano”; también los hermosos gours que en el pasado surtían de agua fresca al explorador han sufrido la devastadora acción de los cueveros. (Y todavía hay quien tiene la desfachatez de quejarse de que la cueva se haya cerrado…). A ambos lados de la “Galería de los Osos” se abren enrejados que un día fueron de gran belleza e interés científico, como el espléndido yacimiento paleontológico que albergaba innumerables restos de los osos de las cavernas más meridionales del continente. Inútil pensar en su estado de conservación actual…
Cráneo de Ursus Spelaeus de la Cueva del Reguerillo. (C. Puch).
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Es el más complejo de los tres, en la medida en que agrupa galerías situadas a diferentes niveles, enlazadas por diaclasas y pasajes de pequeña sección. En rigor habría que hablar de un conducto inferior —el Tercer Piso, propiamente dicho— y una red intermedia de comunicación con el Segundo Piso, fundamentalmente constituida por el “Laberinto” y sus anexos. Tal vez es aquí donde mejor se aprecia la dicotomía entre los principales conductos de la cueva, orientados según la directriz principal de la cuesta estructural (WSO-ENE), y con una sección subcircular dominante, y los secundarios, excavados a favor de roturas perpendiculares, y cuya sección suele ser estrecha y elevada.
El “Laberinto”. (C. Puch).
Para acceder a la larga galería inferior, situada a -75 m por término medio, varios son los caminos, a cual más tortuoso. El primero de ellos, en el sentido del avance desde la base del “Tubo”, es una diaclasa húmeda y resbaladiza que hay que trepar en oposición hasta alcanzar una bóveda, a la que sigue un estrecho meandro que desemboca inesperadamente en lo alto de una sala muy espaciosa. El suelo de arcilla desciende en pendiente pronunciada hasta conectar directamente con la galería del Tercer Piso, en su parte avanzada. Es el camino más directo.
Parte oriental de los pisos Segundo y Tercero y Galería GEIS (Equipo NSS).
Desde el “Laberinto” existen tres posibilidades: la primera es la “Rampa de Arcilla”, que es el acceso más cómodo, aunque presenta un escarpe ciertamente peligroso. La segunda es la “Directísima”, un incómodo meandro descendente que degenera en estrecho tubo y finalmente se abre a un salto vertical de 3 m. La tercera es una diaclasa desfondada muy pendiente, que arranca en un agujero al nivel del suelo de mantillo de guano de la galería “Baüm Ricard”. Esta última desemboca en la compleja extremidad oriental del Tercer Piso, relativamente próxima a la Galería GEIS. En el sector comprendido entre el “Laberinto” y la entrada más cercan al “Tubo”, las dimensiones de la galería inferior son modestas, llegando a obligarnos a reptar en algunos tramos. Más allá, el conducto se amplía y recuerda en forma y dimensiones al piso intermedio de la cueva. Pasada la sala de la “Huella del Oso” (snif… ¿qué fue de ella?) se abre un nuevo enrejado que culmina en el exiguo acceso a la “Galería Standard”. Esta pequeña red terminal contuvo durante algún tiempo los únicos vestigios no destruidos del viejo esplendor del Reguerillo y proporcionó un premio visual a quienes eran capaces de traspasar sus severos postigos (el “Himen” y el “Paso del Esternón”).
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Galería GEIS
Altitudinalmente pertenece al Tercer Piso, aunque, por haber estado desconectada del mismo, probablemente desde época anterior al Holoceno, tiene algunas características morfológicas peculiares, como son los restos concrecionados de un nivel de inundación relacionado con el hallado en una parte de los ramales de la Galería Nueva del Segundo Piso, y la exhuberancia de los recubrimientos de yeso en buena parte de sus conductos. Se accede a ella atravesando un conjunto de angostos pasajes desobstruidos en 1971 por el Grupo de Exploraciones e Investigaciones Subterráneas (GEIS). Se lo conoce como “La Claustrofobia”, y desemboca en un pozo de 6 metros, en cuya base arranca propiamente la galería, la cual transcurre algunos metros por debajo —y a poca distancia horizontal— de la Galería de los Osos del Segundo Piso. La “GEIS” acaba desembocando en la ladera exterior de la montaña, a escasos metros de la Cueva de la Campana (probable acceso original a la Galería de los Osos, hoy incomunicado) y de la entrada artificial abierta por el G.E. Standard en 1971. Pero no lo hace de cualquier manera, sino que exige la travesía de una nueva cadena de estrechos pasajes, que hubieron de ser excavados por los exploradores madrileños del GEIS.
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Recapitulación
Escribiendo esta serie de artículos he podido regresar virtualmente durante unas horas al querido Reguerillo, en el cual hace 36 años dábamos nuestros primeros pasos bajo tierra. A la aventura semanal que comenzaba con un interminable viaje a bordo de La Continental, hasta el puente de Uceda, seguido de una marcha a pie en la oscuridad de aquellos predios deshabitados. A nuestro campamento subterráneo. Al insensato proyecto de cartografiar la cueva, imposible de lograr sin el entusiasta empuje de Gildo Morell, el coraje inquebrantable y el excelente humor de Zape (Carlos Antón), la peculiar flema y la eficacia callada de Pito Latova y los vaivenes ciclotímicos de quien esto escribe.
Volver físicamente hoy al Reguerillo queda por completo descartado. Ya en 1996, durante una visita ulterior, quedé tan sumamente tocado que tomé la firme decisión de no someterme de nuevo a esa tortura. Quiero, desde estas líneas, reflexionar una vez más acerca de la fragilidad de las cavidades y lo efímero de su belleza y su integridad. Frente a las necias y desconsideradas actitudes de quienes reivindican un acceso libre y sin trabas al mundo subterráneo, yo propongo una educación en el respeto y un acceso controlado y responsable, ya que, de otro modo, seguiremos padeciendo y lamentando muchos otros Reguerillos; joyas destruidas para siempre jamás.
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Referencias
Maura, M.; Pérez de Barradas, J. (1936).- Cuevas Castellanas. Anuario de Prehistoria Madrileña. Madrid: 108-125.
Puch, C. (1986). La cueva del Reguerillo (Patones, Madrid). Exploracions 10: 69-80. Espeleo Club de Grà cia (ed.), Barcelona.
Hola Carolo, buenos días y enhorabuena por tu fantástico blog, al que deseo el éxito que se merece.
He leído con muchísimo interés tu recordatorio de nuestros primeros pasos en la espeleología. No puedo añadir nada a tu prolija descripción, como siempre plagada de detalles que ya había olvidado y si me lo permites, quisiera hacer algunos comentarios:
El primero, muy personal, se refiere a nuestras motivaciones para hacer la topografía de la cueva: Creo que fue una decisión bastante más compleja de la que tú relatas y que hemos de ver con los ojos del pasado:
Afortunadamente, las anécdotas son lo mejor de nuestra existencia, y nosotros las generábamos a miles: éramos jóvenes, osados e ignorantes ¿Se puede pedir más?
Por poner un ejemplo, seguramente los espeleólogos del GUM, que hicieron un excelente plano de la cueva y el primero con rigor, también podrían hablarnos de sus anécdotas, independientemente de sus motivaciones, que adivino más profundas.
En nuestro caso, sin duda influyó el ridículo que debimos sentir cuando nos perdimos en la cueva delante de las chicas que queríamos impresionar. Bien es verdad que hacía tiempo que llevábamos trabajando en la cueva ayudando a Trino Torres, fundamentalmente en los aspectos puramente prácticos y espeleológicos de sus investigaciones paleontológicas, que era lo máximo a lo que entonces unos atolondrados como nosotros podíamos aspirar. Y el plano del GUM sobre el que nos apoyábamos no tenía el grado de precisión de los detalles que requiere este tipo de trabajos. Solamente nos faltaba atrevernos a la pequeña tarea de emplear algunas horas de nuestro tiempo libre para topografiar la cueva (¿es verdad que fueron casi 3.000 horas?). Y de atrevimiento era de lo único que íbamos sobrados¦
El segundo comentario, más triste, se refiere al destino de la cueva del Reguerillo, que como tantas otras grandes cuevas conocidas en el mundo hoy se encuentran cerradas para preservarlas del vandalismo y de la destructiva curiosidad ignorante. Leyendo los comentarios al link que citas en tu 3ª parte: -lo que opinan los œguías de Madrid sobre el cierre del Reguerillo,- se me cae el alma a los pies y a riesgo de ser etiquetado, junto contigo, dentro de los que œestamos metidos en el ajo, prefiero responderte a ti que a ese foro que se desacredita solo:
Es tremenda la ignorancia con la que se vinculan las decisiones ecológicas (que no ecologistas) a intereses políticos o privados , imaginando que hay una œconfabulación política universal cuyo afán es hacer la puñeta al respetable. Además está de moda desacreditar sin más y porque sí a todo aquel que se oponga a lo que œlos modernos opinan, pasando a ser como mínimo retrógrado, œfascista, intolerante, œestar en el ajo y llevárselo crudo y de ahí para arriba. Naturalmente, de lo que no nos gusta oír o no œse lleva, mejor ni pensar: rescates de accidentados, contaminación de acuíferos, degradación irreversible del patrimonio científico-cultural y agresión inconsciente al medio natural.
Yo me voy a definir, y me declaro partidario de que las cuevas estén accesibles para todo aquel que quiera visitarlas y conocerlas de buena fe. Sin embargo, no es posible dejar de intervenir y controlar el acceso a las cuevas, por al menos tres razones: La amplia disparidad de criterios sobre la œbuena fe, el desmesurado número de visitantes y las consecuencias de la interacción humana en el medio subterráneo, que según las últimas investigaciones en curso se demuestra muy interrelacionado con el resto del medio natural. Además no me parece mal pagar por conservar o por corregir los efectos de las visitas a las cuevas. Otra cosa muy distinta es hacer un negocio de ello buscando una rentabilidad económica que no hará sino agravar el problema, cosa con la que tampoco estoy de acuerdo.
En mi sueño ideal, las cuevas deberían estar abiertas a todas las personas interesadas y a la vez tener limitado el acceso a un número máximo de visitas, con un nivel de conocimientos espeleológicos acorde con el grado de dificultad de la cueva, exigiendo unos mínimos conocimientos certificados al igual que pasa en el buceo con escafandra autónoma. Es decir, que seamos responsables de nuestros actos para lograr que dentro de algunas generaciones podamos seguir teniendo las cuevas en las mismas o mejores condiciones en las que las vemos hoy. Creo que esto es posible sin tener que prohibir completamente el acceso, pero la verdad, aunque soy un ferviente partidario de la bondad del ser humano, en el caso particular de la espeleología, tengo muchas dudas sobre los conocimientos de excursionistas indocumentados, domingueros, turistas de multiaventura -guía incluido, ni tampoco en los de los múltiples organismos que hoy se afanan en controlar el acceso a las cuevas.
Digo que este ideal es un sueño, porque al igual que pasa con tantos otros bienes naturales, las cuevas que hoy visito son una sombra, por no decir una mierda, comparadas con las mismas que conocí hace casi cuarenta años y el Reguerillo es un ejemplo paradigmático. Curiosamente, las cuevas con acceso restringido se conservan mejor. ¿Por qué será? ¿Tenemos derecho a pretender hacer de nuestro interés en verlas la causa de que se degraden?¿No será mejor conocerlas sin visitarlas derivando las visitas masivas a réplicas o centros de interpretación?. ¿Cuánto nos cuesta cada uno de esos periódicos rescates de pardillos y qué mejor uso se podría haber dado a ese dinero?
No sé si al expresar mi opinión públicamente en tu blog me salgo del ámbito que le quieres dar, pero por alusiones y por respeto a la Cueva del Reguerillo tenía que manifestarme.
Un abrazo,
¦Gildo Morell
En los años 80 con mi amigo Teo fotografiamos toda la cueva del Reguerillo,desde la sala de la bandera,galeria del yeso hasta todo el tornillo y galerías Geis,etc;se fotografió la directísima,laberinto y Baüm Rícar,claustrofobia y otros pasos de gran dificultad y en todos ellos se puso gran cuidado.,en algunaos tramos incluso era necesario sacarse el equipo ante la dificultad y estrecheces por las que pasamos.Hoy por algún motivo algunas fotografías se han etraviado pero ambos estamos de acuerdo con su cierre sin más comtemplaciones para resguardar todo lo que ese Reguerillo encierra dentro.Durante días nos alojamos en su interior y cuando tuvimos una duda sobre errores en el plano recurrí a tí en una cortísima visita en tu domicilio(para molestar lo menos posible) y me aclaraste algunas dudas y me entregaste unas hojas explicativas y un pequeño,pero entero,plano para que nuestras incursiones fotográficas fueran mejores.Llegamos a realizar más de 30 incursiones en sus galerías incluso una vez tuvimos problemas con las lámparas que resolvimos con paciencia y gran sentido espeleonáutico.Desde aquí deseamos agradecerte tu atención de aquel día ya que no he vuelto a ver.El mejor recuerdo del Reguerillo lo tenemos en fotos que seguramente muy pocos podrán tener.Seguimos fotografiando muchísimas cuevas y todo gracias a tus publicaciones en Exploracions que leiamos con ansiedad en catalán(porque no estaban en gallego o portugués o euskera,que también lo hubieramos leido) y así continuamos hasta hace unos años en que el tiempo nos impidió seguir con ese gusto altruista.Pero estamos en acuerdo completo sobre su cierre ya que desde que hicimos la primera incusión eln el 80 y la última hace poco antes de su cierre se nos produjo una congoja terrible del estado en que la encontramos,incluso ni fotografiamos algunos detalles para no ver el estado lamnetable deconcreciones que pro entonces estaban bien y que en esa última visita eran irreconocibles.Seguramente estés ocupado enseñando tu ciencia a tus alumnos de hidrología y minas en Ríos Rosas así que desde aquí te enviamos un gran saludo espeleonáutico…Natura non facies saltus.Rícar y Teo.