Carlos Puch

La Sima de Manuel Mozo: un clásico de la Serranía

La Sima de Manuel Mozo era conocida por el puñado de pastores y forestales que antaño recorrían los bosques que cubren las muelas del Alto Tajo. Abierta en medio de ninguna parte, tenía un cierto halo de misterio que la hacía atrayente y sugestiva. En la época en que tuvieron lugar nuestras exploraciones (finales de los 70 del pasado siglo), aquellos parajes eran muy poco transitados. A las dificultades de acceso había que sumar la completa falta de orientación cuando se buscaba una sima perdida en mitad del pinar.

Prospección invernal en la SerrezuelaSin GPS, sin vehículos con tracción integral, sin teléfonos móviles… la prospección era, por aquel entonces, todo un arte: el arte de no perderse. Las excursiones nocturnas a la luz de los carburos, tan habituales en aquellos años en los que un fin de semana se componía apenas de la tarde del sábado y el domingo, añadían un toque mágico y de auténtica aventura a aquellas experiencias espeleológicas juveniles. La Serranía, ahora tan cercana, se antojaba un destino lejano y pésimamente comunicado con la urbe.

Prospección invernal en el bosque de la Serrezuela, en 1980 (C. Puch)

Frustración de los primeros exploradores madrileños de la Escuela Provincial de Espeleología (EPE), la Manuel Mozo se hunde verticalmente en la tierra, para concluir bruscamente en un fondo redondo cubierto de piedras, a casi un centenar de metros de profundidad. Lo esencial de la sima es un gran pozo de 90 metros, conocido como “el tubo de aspirina”, debido a su regular morfología y su extrema verticalidad.

En abril de 1979 realizábamos una práctica de rescate en su interior, elevando una camilla con un sufrido voluntario, mediante sistemas muy simples de contrapeso y tirolinas que en aquellos momentos estábamos empezando a poner a punto. De regreso a la superficie, mientras desequipábamos la vertical, Pedro Bernardo y yo decidimos echar un vistazo a un par de ventanas oblongas, suspendidas en plena pared, a una treintena de metros del fondo. Ayudado por él desde abajo, hice unos péndulos para alcanzarlas. La primera era una estrecha grieta impracticable; pero la segunda, un poco más alta, daba acceso, a través de un tragaluz, a un pozo paralelo con buena apariencia. No tardamos en instalar una cabecera de acceso y descender la nueva vertical, de 40 metros, y un escarpe de otros 3, en cuyo fondo se insinuaba una continuación escasamente atractiva, a través de una estrechísima abertura al nivel del suelo, que exhalaba una brisa débil.

Así quedaron las cosas, hasta que un año más tarde José Manuel Gutiérrez y yo regresamos a la sima y, luego de forzar el paso y atravesar una angosta gatera, aparecimos en un meandro activo que reconocimos por espacio de 150 metros aguas abajo y 50 metros aguas arriba. Entre abril y septiembre del 1981, en tres ataques muy separados en el tiempo, avanzamos la exploración y la topografía del estrecho conducto, cuyo levantamiento concluyó en enero de 1982.

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Situación
La sima se abre en el costado derecho de una valleja ascendente suave, sobre una diminuta plataforma rocosa que provoca un pequeño claro en el pinar. Se accede hasta ella desde Villanueva de Alcorón, siguiendo la carretera hacia Zaorejas y tomando a la derecha la que se desvía en dirección a Peñalén y Poveda de la Sierra. A 3 km del desvío, poco antes de alcanzar el refugio y la Sima de Alcorón (o de La Zapatilla), arranca una pista en buen estado, a la derecha. Luego de haber avanzado un kilómetro y medio, a la altura de una tramo zigzagueante de curvas amplias, que precede a una larga recta donde el bosque es menos espeso, hay que internarse a la derecha por un carril en regular estado, antaño señalado por un hito de piedras. Avanzando por él poco más de 1 km se atraviesa una depresión casi imperceptible que coincide con una valleja procedente del sur, es decir, de nuestra izquierda, señalada con un nuevo hito. En ella se encuentra la boca de la sima, unos 300 metros más adelante, identificada por las inevitables y antiestéticas purgas de carburo.

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Descripción*
La sima comienza con un salto vertical (6 m) que precede al hermoso pozo de 90 metros, del cual lo separa una ventana a la altura del suelo. La instalación de cabecera se aleja de ella, buscando la vertical directa hasta el fondo, al precio de una salida algo acrobática. En lugar de proseguir el descenso, a 35 metros del comienzo hay que buscar, a través de un pasamanos aéreo, la parte estrecha del pozo. Dieciséis metros más abajo, un ligero péndulo hasta un nuevo anclaje nos aleja aún más del centro del abismo y nos permite poner pie, una decena de metros después, en una repisa colgada en la cual se percibe una corriente de aire suave; la  misma procede de una ranura que se abre directamente a la vertical de un nuevo abismo, de 40 metros.

Desde la repisa intermedia del pozo de 90 metros

El gran pozo desde la repisa intermedia que da acceso al P 40 m (C. Puch)

 

Para evitar que la cuerda roce durante el descenso, hay que alejar los anclajes hacia la derecha, tratando de aprovechar los escasos puntos de roca sana para fijarlos (la figura muestra la disposición de nuestra instalación original; B es una cabeza de alondra y A el nudo principal). Puntos de fraccionamiento situados a 6 y 18 metros, respectivamente, preservan la cuerda del contacto con la pared y nos conducen hasta el fondo del pozo, donde arranca una corta galería cortada por un escarpe de 3 metros.Instalación del pozo de 40 metros
Una vez abajo, y luego de haber retirado los arneses, los aparatos de progresión por cuerda y cualquier otra impedimenta, nos introducimos en una estrecha gatera arcillosa que degenera en conducto desfondado y sirve de postigo al Meandro de la Élite, en el cual desembocamos al cabo de una decena larga de metros de reptación. El ensanchamiento en el que aparecemos es engañoso.
Aguas arriba —o, mejor, “barros arriba”—, un sinfín de angosturas y perrerías de todo jaez conduce hasta una salita en cuyo techo se filtra un discreto aporte de agua, procedente de la base del pozo de 90 metros. Más allá, el conducto degenera en gatera y la gatera en suplicio. Nuestro prurito explorador y de cartógrafos nos lleva sólo unos metros más allá, antes de que entre juramentos y maldiciones acabemos completamente embutidos entre la roca y el barro.

Pozos de acceso a la Manuel Mozo

 

Detalle de la topografía mostrando los pozos (C. Puch – STD)

 

Aguas abajo la progresión debe hacerse a un par de metros del fondo, apoyando los pies en resaltes naturales de la roca. Pronto se alcanza una sucesión de marmitas que antecede a una salita circular en la cual se precipita en cascada el hilo de agua que hemos venido siguiendo. A despecho de que —como quedó peligrosamente demostrado en nuestra primera exploración, en marzo de 1980— existe la posibilidad de destrepar la pared por la izquierda en plan hombre-araña, lo sensato es equipar la vertical de 6 metros por la derecha, con una pequeña escala, aprovechando los anclajes existentes. Por el ángulo suroriental llega un meandro inundado  (-124 m) que aporta lo esencial del caudal que recorre esta parte de la cueva. Frente a él se insinúa la continuación principal aguas abajo. Es posible avanzar por el techo o por el suelo, siendo ambas alternativas igualmente duras e incómodas.
Al cabo de 315 metros de progresión desigual, con pequeños ensanches y un predominio de los tramos súper estrechos, negociables en oposición, el Meandro de la Élite concluye en un severo pinzamiento de sus paredes, a -142 metros. El desarrollo total de la cavidad, proyectado**, alcanza 626 metros.

 

Topograf�a de la Sima Manuel Mozo

 

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Conclusión
La Sima de Manuel Mozo vino a demostrar, a finales de los 70, las posibilidades no totalmente explotadas del espléndido karst que conforma las muelas de la Serranía de Cuenca y Guadalajara. Tiene que haber muchas otras cavidades con galerías inferiores recorridas por torrentes, que tarde o temprano irán siendo descubiertas y exploradas por los herederos de nuestra sufrida afición.

* La descripción de las instalaciones corresponde a la exploración original. Existe un equipamiento posterior, realizado por la Escuela Madrileña de Espeleología, con anclajes de larga duración.
** La longitud real es algo mayor; para el cálculo mencionado se han proyectado sobre la horizontal todas las mediciones de cinta métrica cuya pendiente es inferior a 45 grados y sobre la vertical aquellas que superan esa inclinación.

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Referencias
Fernández, M. – Yebra, P. 1982. Catálogo de cavidades de la provincia de Guadalajara. 139 pp. Federación Castellana-Centro de Espeleología. Madrid.

Puch, C. 1989. La Sima de Manuel Mozo (Villanueva de Alcorón, Guadalajara) y otras cavidades de la Serranía. Exploracions 13: 83-99. Espeleo Club de Gràcia. Barcelona.