Estoy en El Chalten, Patagonia Argentina y acabo de volver del monte. He pasado en buena compañía dos semanas y media durante las cuales he visto lugares que ni imaginaba que existían a tan poca distancia de la civilización. La perfección hecha montaña y espacio se encuentra en el hielo continental sur.
Al norte, un recuerdo del Baltoro, con inmensas agujas rocosas, y al sur, imágenes de los grandes glaciares Alaskeños, con enormes superficies heladas y montañas de merengue, y un punto central que atrae a los alpinistas desde que se lo conoce: El Cerro Torre acompañado de media docena de agujas imponentes e inaccesibles que forman el circo de los Altares.
También a mí me ha atrapado la maldición, esa que dice que si comes de la flor del Calafate siempre vuelves a Patagonia¦ Aunque yo tuve la precaucion de no comer Calafate, sí comi mogollon de bife de chorizo… y he comprobado que el efecto es el mismo… Tardé 10 años en decidirme a venir porque lo que me gusta es escalar, y que, por lo que decían, aquí no se escala, pues dependes totalmente del tiempo, habitualmente horrible, con un viento que casi ni permite andar.
-œYa iré cuando no tenga ganas de escalar- Repetí en mas de una ocasión a Roberta cuando me animaba a venir. Ella amaba esta tierra y volvia cada temporada. Fue muy triste para mí que cuando me decidí a venir por primera vez, ella no pudo acompañarme físicamente.
El caso es que mi proyecto HuEllas- Que esta siendo de lo mas accidentado- me trajo finalmente aquí. Por uno u otro motivo el proyecto inicial derivó en un intento a la este del Cerro Torre con Marcello Cominetti. Llegamos hasta el hombro, unos 500 m. fáciles, después de pasear por el glaciar del Torre con un buen ladrillo a la espalda. Hicimos un largo mas¦ Y se puso a llover. Bajamos vapuleados por el viento, mojados y con la espalda hecha un cristo¦¡¡¡Y me encantó!!! Dejé material para volver en cuanto pudiera: El Torre me había enganchado.
Miguel Angel Vidal, Carlos Gallego, Macello Cominetti, Juan Goyanes y yo formamos el grupo de ladrillistas que soñamos con acariciar la oeste del Torre. Rosa y José, de Madrid nos acompañaran parte del camino y seguirán para realizar el recorrido clásico por el paso del viento. Para alguno es el tercer intento, para otro el décimo. Es invierno en Patagonia, y la nieve cubre el Chalten cuando llegamos. Al primer día bueno salimos hacia el paso Marconi. Nos acompañan algunos porteadores locales que ayudaran a llevar la comida hasta donde podemos usar trineos para transportarla, un poco antes del Paso Marconi. Hasta alli son 10 o 11 horas de camino, y el ladrillo todavía no es excesivo, sobrepasa los 20 Kg. llevando los esquís puestos. Al llegar al collado cogemos el trineo, el ladrillo se convierte en bloque de hormigón y tirando como burros cuesta arriba recorremos el largo y tendido camino que lleva al refugio del Gorra Blanca, en territorio Chileno. Las condesas de los vientos adornan estas preciosas montañas y nos meten en ambiente. Cuando veo el hielo continental y el grupo de Fitz quiero llorar.
Cansados, esa noche la pasamos en el refugio. Hace frío, aunque no tanto como esperábamos y el viento comienza a soplar con fuerza.
Después de varios días de espera parece que se acerca una ventana de buen tiermpo. Nos movemos de nuevo. Tras 7 gozosas horas con un día precioso llegamos al circo de los Altares. Es un sitio con energía, con poder. Los ojos se nos abren como platos a todos y nos imaginamos pasando por el túnel que se adivina casi en la cumbre. Cavamos un agujero para la tienda y amanecemos cubiertos por una fina capa de nieve que nos indica que tenemos que cavar una cueva. Pasamos todo el día cavando, sacando trineos y trineos de nieve. Moviendo toneladas de nieve. Nueve horas, como en la obra, y hacemos una cueva tan grande que cabe una tienda mediana dentro. ¡Que bonita cueva tenemos! Nos sentimos satisfechos¦
Pero por la noche nos damos cuenta de que el techo se hunde. El diseño falla. El arquitecto quiso innovar, pero¦ faltan columnas. Esta vez entra la nieve de nuevo en trineos, hacemos mediciones del hundimiento, nuevas columnas. Pasamos más de medio día. Paramos al almuerzo. Hora del bocata, oye. Afuera hace malo, así que no nos importa. Pero el techo sigue hundiéndose. Hace demasiado calor. Hay que ventilar mejor.
Al día siguiente modificamos las entradas y abovedamos el techo. Más columnas, cavamos mas para ganar altura, hacemos nichos individuales. Otras 9 horas cavando. Diosss, las obras no se acaban nunca!
Pasamos unos días más y se nos acaba el tiempo. Tenemos que volver o perdemos el avión. Con un día nefasto, el viento en contra y la nieve húmeda salimos hacia el Marconi de nuevo con un ambiente de lo más Patagónico. El Torre una vez más nos echa dándonos azotes en el culo. Nos vamos con nuestro ladrillo, esta vez mas pesado-sin la ayuda de nuestros amigos del Chalten- con las cuerdas mojadas y sin haberlas usado, recibiendo collejas hasta que llegamos al bosque, pensando en cuando podremos volver a darle otro pegue. ¿Por que volvemos aqui una y otra vez si la mayor parte del tiempo la pasamos paseando el ladrillo arriba y abajo? ¿Es esto alpinismo? ¿que es lo que hacemos aqui? ¿Senderismo? No, señores, practicamos ladrillismo, que consiste en llevar grandes mochilones a lugares remotos para no emplear casi nada de lo que se lleva dentro, podriamos llamarlo ladrillismo deportivo, y lo peor de todo es que nos gusta…
Una respuesta a «¿Alpinismo o ladrillismo?»
Muy bueno, me he reído mucho 😀
Al fin y al cabo no dejamos de tener un punto “masoquista”. A veces dan ganas de pegarle la patada al ladrillo y marcharte al chiringuito de la playa a echar una cerveza, pero luego tampoco nos decidimos a hacerlo.
Un saludo