Cuando me quiero dar cuenta me ha anclado la cuerda fija por la que tengo que subir de un solo seguro.
Lo que más me gustó de él: su capacidad de vivir el presente. Habla de otras épocas, de los ochenta (“soy heredero del espíritu del 68, la escalada no se puede desconectar de la época histórica en que se sitúa”), pero nunca con añoranza. Le motiva el presente, le motivan Dani Andrada, Chris Sarma… Trabaja como guía de montaña y profesor de esquí, y dedica todo el tiempo que tiene libre a escalar. El alpinismo y la escalada en hielo, no los practica fuera de su trabajo como guía de montaña a raíz del desgraciado accidente que sufrió en Gavarnie en el que muriera su novia, Martina, y su amigo Jeróme Thinieres. El fue el primero en escalar aquel largo, montó la reunión, y cuando ellos comenzaban a escalar la cascada se derrumbó. Para él todo cambió aquel día. Y, aunque no hablamos directamente del tema, siempre que la conversación lleva a él (es su referencia para todo: “antes ó después del accidente en Gavarnie”), su mirada se entristece y sus ojos se humedecen mientras yo cambio de tema rápidamente.
Su rostro, surcado por innumerables arrugas, fruto del sol y el viento de la montaña, y de aquel día en Gavarnie, aparenta más edad que la que tiene, pero su risa, su espíritu joven y libre, te hacen comprender que su edad real, la de su mente, está en los veintipocos años. Cuando nos despedimos y me giro para verle marchar le veo hablando y riendo, alegre, igual que ha estado todo el día. “Mi vida, si no fuera por aquel accidente de Gavarnie, ha sido siempre fantástica, haciendo siempre lo que he querido…Tengo salud, y un trabajo que me da libertad” (Y una gran pasión: la escalada)