Darío Rodríguez

Kurt Albert: la llama eterna

Al contemplar la portada de este número he sentido un escalofrío. Kurt Albert ya no está aquí.Ha desaparecido en un accidente trivial (como lo son casi todos) en la montaña.

Era uno de los grandes de la escalada. Su sencillez, su cercanía, su humanidad, nos impidió saberlo hasta que no nos llegó la trágica noticia de su desaparición. Inmediatamente los escaladores de todo el mundo nos sentimos un poco huérfanos.

“La riqueza de los pueblos se mide por el legado de sus ancianos” dice un proverbio africano. En un deporte con tres décadas de historia, como es la escalada deportiva,  algunos de nuestros “ancianos” han desaparecido tan jóvenes como Kurt Albert (56 años) ó su compañero Wolfgang Gullich (32) ó Patrick Berhault (47).

Hay quienes hacen lo imposible -en el alpinismo, la escalada o la vida- por ser percibidos como “importantes”. Y hay quienes, por el contrario, desean pasara desapercibidos y evitan cualquier rasgo de vanidad. Kurt Albert, personaje clave para entender el nacimiento y evolución de la escalada deportiva, hizo lo imposible por permanecer siempre en un discreto segundo plano. Cuando se tiene confianza en uno mismo y en lo que se hace no necesitas demostrarle nada a nadie. Y Kurt tenía muy claro lo que quería: escalar, viajar, disfrutar de los amigos y de la gente… A ello se dedicó con pasión. Minimizó sus necesidades cumpliendo la máxima del hombre libre: simplifícalo todo, vive austeramente.

El concepto nuevo que trajo a la escalada hoy se nos hace evidente, pero en su momento fue la revolución: el rotpunkt (el punto rojo). Lo explicaba así: “Los escaladores se habían convertido en máquinas a las que solo interesaba el subir y no el cómo se hacia, y el rotpunkt cambio radicalmente esa forma de entender la escalada”.

También es suya esta frase que defiende la libertad de nuestro deporte frente a las reglas: “Mi objetivo era escalar como mi pensamiento me dice: libre. Todas las reglas son una prisión para la creatividad en la escalada”

Resulta trágico que tanto él como su compañero y amigo Wolfgang Gullich hayan muerto jóvenes y víctimas de la falta de sueño. Gullich en un accidente de coche al quedarse dormido. Kurt Albert, posiblemente, debido al cansancio. Había pasado la noche viajando y quizás esto le hizo cometer un error en un itinerario tan aparentemente sencillo (sobre todo para un escalador de su nivel) como es una vía ferrata. Una trágica lección para quienes forzamos, en esos viajes de montaña, familia, o trabajo- el sueño. Y también para hacernos ver -una vez más- que en montaña y en escalada, aun en terreno muy fácil, debemos ir siempre extremadamente atentos.

(Publicada en el número 292 revista Desnivel -Noviembre 2010- )

Darío Rodríguez