Es la segunda vez en pocos meses que vuelvo a vivir la experiencia, como periodista y como fotógrafo, de un campo base.
Lo primero de todo: os puedo asegurar que no es el lugar más tranquilo para trabajar sino todo lo contrario: bastante estresante. Demasiados elementos juegan en tu contra… y en la de tu material fotográfico e informático.
A pesar de que la estancia de más de un mes en el campo base del Everest, un lugar muy alto (alrededor de 5.500 metros) y frío (durante los primeros días estábamos a -20º por la noche), me ha dado una cierta experiencia para afrontar de nuevo un campo base, la sensación es la misma: en pocos lugares se trabaja en unas condiciones tan duras y bajo tanto estrés.
¿Cómo puede ocurrir esto cuando, en teoría, estás en un lugar donde vas a permanecer muchos días y donde se supone vas a disponer de incluso demasiado tiempo libre?
En primer lugar ese tiempo libre no existe. Las tareas se acumulan. De hecho, para escribir este texto tengo que quitarme un rato de sueño. No hay otra opción.
El campo base del Dhaulagiri no es muy alto (4.600 metros) ni excesivamente frío, aunque sí -en esta época- muy lluvioso. En principio es un lugar mejor para trabajar que el campo base del Everest donde el frío ó la altitud, o ambos, averiaron, casi nada más llegar, tres de los cuatro discos duros (de un terabyte cada uno) que llevaba.
Trabajar en un campo base exige afrontar principalmente dos problemas. En primer lugar proteger bien los equipos fotográficos y ordenadores del frío y la humedad. En segundo lugar está el problema que resulta más estresante pues dependemos de ella totalmente: la electricidad.
Respecto a la protección del material fotográfico no hay muchas opciones. El entorno en el que se trabaja es realmente agresivo para el equipo. No hay una solución definitiva. Hay pequeñas soluciones que, en principio, deben impedir las averías: trabajar con muy buenos ordenadores, equipos fotográficos, discos duros. Protegerlos bien por la noche (lo ideal para ello son las cajas estancas tipo Pelikan). Y, sobre todo, no hacerlos trabajar en las horas de más frío….
Además de traer los discos duros teóricamene más resistentes a los golpes e inclemencias (Lacie Rugged), que me están dando buen resultado, he venido “cargado” de tarjetas en las que guardo sin borrar las fotos (hasta que tengo que volver a utilizarlas). De esta forma tengo una tercera copia de seguridad (las fotos siempre las descargo en dos discos duros…). Las tarjetas, tanto las SD como las CF suelen ser extraordinariamente resistentes.
Si los ordenadores y sobre todo los discos duros suelen dar problemas, sin embargo las cámaras fotográficas suelen ser extraordinariamente resistentes. En mi caso, además, van todo el día conmigo sea en el trekking, la montaña ó simplemente por el campo base. Solo por la noche las dejo descansar protegiéndolas en la medida de lo posible del frío y de la humedad.
Si conseguimos que el equipo sobreviva, la “batalla” más dura viene con la electricidad. Aquí solo hay dos formas de conseguirla: paneles solares ó generador. El panel es la formula ideal: no hace ruido, no consume gasolina… pero su capacidad es limitada, sobre todo en un campo base tan cubierto de nubes (y lluvia) habitualmente como es el del Dhaulagiri.
La solución más práctica parece entonces el generador. Pero entonces dependemos de la gasolina. Y, el generador, con su ronroneo, rompe el silencio del campamento… pero no hay otra opción.
Una vez solucionados todos estos problemas de orden práctico, imprescindibles para que tu equipo funcione y poder descargar y visualizar las imágenes que has tomado ya puedes dedicarte a lo más interesante: tomar las mejores imágenes de tus compañeros de expedición y de los paisajes que te rodean… de esto hablaré en otro post.