ENCARGAS un pequeño artículo de 1.200 palabras, reservas tres páginas de la revista y, dos días después de la fecha de cierre, llega a la redacción el texto del Quijote y una nota: “Aquí está. Perdonad, sé que me pedisteis 12.000 palabras, pero es que me han salido 15.000”… Fantástico. Ponerle límites a Álex Txikon es algo así como recetar anfetaminas para combatir la hiperactividad, y cuando escribe lo hace al mismo ritmo que habla: sin parar. No se calla nada, lo cuenta todo –yo creo que casi sin pensar– y pasa al papel todo lo que le sale de dentro, como el vapor de una olla a presión, desgranando, detalle a detalle, “paso a paso” (como dice que sube los ochomiles) la historia que le hierve en la cabeza. En esta ocasión, la primera ascensión invernal al Nanga Parbat.
Aunque en su texto no faltan las claves del éxito de la escalada (estrategias, decisiones, errores anteriores, experiencia…), Álex le ha dado prioridad a lo que siempre se echa en falta en los artículos de alpinismo: escenas cotidianas que habitualmente se pasan por alto. Nos gusta leer que el termo que mete en la mochila para el ataque a cumbre está lleno de sopa de cabra, cómo es la vida en una tienda de un C4 en la que cuatro alpinistas duermen en dos esterillas y que se levantan a las cuatro de la mañana para tener más tiempo para calentar las botas con el infiernillo. También que tiene miedo, que duda, que se equivoca y que no duerme porque le atormenta pensar que todavía queda bajar al campo base… Aunque no lo parezca, escalar a 8.000 metros con temperaturas que bajan de los 45 grados bajo cero es una cosa que hacen (muy pocos) humanos.
Quien no conoce la historia…
En su entrevista, David Chambre, autor de Noveno grado y cronista de un siglo y medio de historia de la escalada libre, asegura que la escalada es una actividad que va mucho más allá del mero hecho deportivo, y que todos los escaladores de la generación anterior, su generación, se formaron gracias a las grandes escaladas y a los artículos de las figuras carismáticas que les precedieron.
Todo indica que esto comienza a no ser así, que los nuevos escaladores “pertenecen a la cultura del consumo inmediato, no a la de la investigación de las referencias anteriores”, como dice Chambre, y que corremos el riego de que escalar acabe siendo un deporte más, una actividad de números y letras. Leed Noveno grado, por favor. // JM V-G