La ceremonia anual de entrega del Piolet de Oro se celebró este año en Alpes, como siempre, aunque esta vez viajamos a los Ecrins, dejando atrás Chamonix y Courmayeur, y también el concurrido macizo del Mont Blanc y la parafernalia y el boato de ediciones pasadas. La nueva ubicación (el pequeño pueblo de La Grave, al pie de La Meije) y la discreta carpa de circo que nos albergó estuvieron más en sintonía con un encuentro que ha sabido reconducir su trayectoria, dejar atrás épocas más… “oscuras” y cambiar su formato a una verdadera fiesta de la exaltación de los valores primitivos del alpinismo.
El Piolet de Oro ha abandonado su carácter estrictamente competitivo que tantas críticas le costó. Y no solo críticas; más de un premio se quedó esperando a que su adjudicatario se presentara a recogerlo. Ahora todas las actividades nominadas reciben el mismo premio, sin categorías ni distinciones. No cabe duda de que esto implica pérdida de espectáculo, incluso de morbo, por conocer la “mejor” actividad del año. En compensación, el Piolet vuelve a hermanarse con los valores del alpinismo y su concepción original. Con toda lógica, no tiene sentido comparar actividades que se realizan en distintas montañas, alturas, estaciones y condiciones.
Hemos asistido a la fiesta del alpinismo de dificultad, comprometido, ligero, en estilo alpino, en lugares remotos… A un encuentro intergeneracional. A una reunión mágica donde ha brillado quien menos quería hacerlo , alguien que en ediciones pasadas había rechazado el premio ¡tres veces! A Voytek Kurtyka no le gustan los premios ni alimentar el ego, pero el Jurado y la organización le pusieron en una situación difícil. Inevitablemente, una vez concedido el Piolet de Oro a la Vida Alpina, para Voytek era tan presuntuoso no acudir como ir a recogerlo. Escogió lo segundo y fue un gran regalo para todos.
Quien no conoce la historia…
Ensambles de siete tiradas con una sola pieza entre los escaladores, rápeles simultáneos en la noche, largos de 7a con protecciones cada quince metros… Colin Haley relata con todo lujo de detalles sus estrategias espeluznantes para escalar la Torre Eigger en solitario y, junto con Alex Honnold, las travesías del Torre y Wave effect en horarios estratosféricos. ¡Por favor, que a nadie se le pase por la cabeza interpretar su texto como un curso de autoseguro o un manual de escalada rápida!