Después de salir del trabajo, comer a toda máquina y seguir corriendo,
llegamos a la estación del Norte y nos montamos en el «canfranero». Una
vez colocadas las mochilas, tenemos el primer respiro del dia sentándonos
en los bancos de madera. Hablamos y pensamos tranquilamente, pero con
la excitación interior provocada por ir hacia lo desconocido. En el club, en
Montañeros de Aragón hemos oido cosas, -cuidado-, nos han contado otras,
-ojo-. Vamos repasando todo lo absorbido: Que si el techo, que si después
«el paso de las pitonisas», mas adelante, mala reunión y mala roca ¡vaya!,
pero luego por arriba todo es más facil. Menos mal.
Se ha subido muy pocas veces -seis- en 11 años, desde la primera en 1947.
Y ¡quienes han subido! -Serón, Millán, Laguens-. La segunda M. Bescós,
Rabadá, Cintero en 1953, la tercera J.A. Bescós, Montaner, Diaz en 1956,
la cuarta Virgili y Cantero, la quinta de Pablo y Ligorred, los primeros
que no duermen en la pared y lo hacen en el pueblo. Vaya nómina…
En estas cavilaciones se va pasando la tarde y el viaje. Y cuando llegamos a
la estación de Riglos (que no al apeadero) como casi siempre con la acción
se nos pasa la ansiedad. Hemos bajado del tren y tenemos que recorrer
nueve kilómetros hasta Agüero por una carretera de tierra y piedra
apisonadas. Se acabó el pensar. Y con unas mochilas… Cuerdas de cincuenta
metros de once milímetros-cáñamo- clavos de hierro, mosquetones idem,
estribos caseros, martillos idem, las fiambreras… Como todavia no hemos
aprendido a andar despacio, nos damos una buena «panadera» y llegamos al
pueblo sin resuello y tantico «acaloraos». Buscamos la casa, donde daban de
dormir. La encontramos y nos recibe una señora que nos dice que si, que es
allí y nos pasa a un cuarto encalado, donde hay tres o cuatro hombres con
vaso de vino en la mano y sentados en unas tablas asentadas en troncos y
cajas de madera. Sin otro adorno. Era el Bar o lo que hacia de Bar. Ellos con
la espalda en la pared y mirándonos. Nosotros, Mustienes y yo, diecisiete
años, no sabiamos que hacer. No bebíamos vino, todavia. Nos sentamos en
la tabla enfrente de ellos y lo que no recuerdo es si por fin tragamos con el
vino o nos sacaron botellin de cerveza. Rompió uno de ellos el hielo
preguntando que, a qué habiamos ido, contestamos que a subir la Peña.
Momentos de incredulidad, ojos como platos y miradas entre ellos.
Volvieron a preguntar varias veces y se fué avivando la conversación
Pero como vais a subir, si apenas sois unos mocosos, tener cuidao quesa
piedra es mu dura, ¡que van a subir! se contestaban entre ellos, si no saben
ni ande van, mirar, se dirije uno a nosotros. Una vez vinieron un grupo
de más de veinte, hombres hombres, y ¡no pudieron subir! Contestamos,
quizás vinieron de excursión. Y el, no no, eran falangistas que mandaban
mucho y no pudieron subir.. Como nosotros seguimos diciendo que vamos
a subir o a intentarlo, otro ataca de nuevo preguntando, pero por lo menos
os pagaran algo ¿no? Y nosotros: Pues nó, quien nos va a pagar… El de al
lado. Que si, que si, algo les darán.. El otro con ojillos maliciosos ¡Hombre!
Nosotros que no, hasta que uno de ellos suelta, pues no lo entiendo, no
entiendo tanto empeño en subir a una peña, porque allí ¿que hay, que se
ve? ¿que haceis una vez arriba? Hombre, yo subiria, si me fuera a
encontrar un saco de oro o una mujer en pelotas… La conversación siguió
pero ya no me acuerdo de muchas de las frases que allí se oyeron..
A la mañana siguiente después de no dormir mucho, nos levantamos a las
cinco y a las seis estábamos a pie de via preparando los bártulos.
Comenzamos con un paso de hombros que me hizo Jesús, haciendo
equilibrios hasta que puse las manos en el techo, metí un clavo y puse
estribo, desde allí uno más y me situé debajo de una panza que se solia
salvar en artificial con tres clavos, pero vi la posibilidad de volverme hacia
el vacio, metiendo el culo en una cornisa y pasar por ella dos o tres metros,
hasta encontrar un rellano donde pude ponerme de pie, volverme de nuevo
cara la pared y desde allí poner con la mano izquierda un clavo en la parte
alta de la panza, con el que pasamos hasta unas cornisas, ahorrándonos el
poner dos más. Buena reunión, se clava a placer. Sube Mustienes y desclava,
en el segundo -como el siguiente esta en la panza lejano y a la derecha y
ningún otro apoyo- tiene que golpearlo estando colgado de el. Cuando el
clavo sale, Mustienes vuela. No hay percance gracias al extraplomo. Se
restablece y quita el de la panza, llegando a la reunión. Toma la cabeza y se
lanza a por el famoso «paso de las pitonisas» -artilugios de hierro, de dos
centímetros con anilla, que he fabricado en el taller- el paso es un muro con
pocos relieves y unos agujeros minúsculos donde no caben los dedos. De
ahí lo obligado de hacerlo en artificial. Jesús pone un par de pitonisas en los
agujeros, rellenándolos con plomo -que he traido del mismo taller- pero
como no se siente del todo feliz colgado de aquellos hierrecitos, lo resuelve
a libre yendo en oblicuo ligeramente a la derecha. Reunión mala en cornisa
buena. Me recupera y continua por esa cornisa andando agachado y
contorneando un espolón. Reunión mala en cornisa buena y aérea.
Emocionante. Tomo el relevo y le pateo la espalda en un nuevo paso de
hombros, meto un buen clavo muy alto y desde el por un diedro canal llego
a una cuesta de tierra con arbol enorme. Sigo por un muro con una buena
fisura con intención de no poner nada, a pesar de que hay señales claras de
que han clavado, hay un momento en que el paso se pone patinoso, lo
pienso mejor, destrepo y pongo un clavo, continuo hacia arriba, luego
travesia a la derecha y llego a una buena cornisa con sabina. Es reunión y
rapel. Viene Mustienes y sigue por buenas y abundantes presas, facil, hasta
una cueva con puentes de roca. Magnifica reunión. Me recupera y continuo
a tope de cuerdas hasta la antecima. Esta tirada, que nosotros describimos
como facil -no tendria mas historia, si no fuera por la anécdota, de que hasta
años despues, varias cordadas nos decian que en la última tirada habia
algún paso muy dificil. Yo al año siguiente volví a subir dos veces, una con
Lacasta, otra con Escobedo y siempre me pareció facil. El truco estaba en un
arbolito al pie de un diedro, que mientras algunos lo rodeaban por la
derecha, nosotros nos agarrábamos a el, poníamos un anillo de seguro, sin
más entre la reunión y la cima. Claro, para los que iban por la derecha
evidentemente era muy dificil y esto lo compruebo, cuando he vuelto
treinta y cuarenta años despues y he pasado por la derecha. Es un muro
completamente vertical y la roca no es muy buena. Hay tres paraboles en
cinco metros. Pero a la izquierda, cerca, allí sigue el arbolito.
Estamos un rato en la cima, deben ser las dos de la tarde. Creemos que el
descenso será rápido y sencillo, pero en el primer rapel aun tenemos una
pequeña aventura, por bisoños. Pusimos el rapel en la rama de sabina mas
hermosa que habia, pensando en bajar por el lomo que habiamos subido,
pero doy el primer paso y ya me quedo colgado en «volao» sigo un poco más,
siempre pensando en el lomo, pero cada metro me mete mas en el «volao»,
abandono la idea pensando que a algún sitio me llevará y desde luego, casi al
final de las cuerdas toco pared en una cornisa justa para los pies, no puedo
meter nada y aviso a Mustienes de que no hay reunión,-el lugar mirando
hacia arriba es extraplomado y hacia abajo, abismal- baja y despues de
luchar un poco con un miniatasco, recuperamos las pesadas cuerdas de
cáñamo. Procurando que no se nos vayan de las manos y desencordados
vamos pasando por la exigua cornisa que se convierte en pared pero ya
tumbada y de buena roca, llegamos a la cueva donde habiamos hecho la
última reunión y desde allí ya sin problemas y con dos rápeles llegamos al
suelo.
Vamos hacia el pueblo y en la primera calleja, nos estan esperando unos
zagales alborozados que nos acompañan hacia la plaza y que alborotados se
dirigen hacia un abuelo que está sentado pegado a la iglesia y apoyado en su
gayata. Lo ve lo ve, han subido, los hemos visto antallarriba o cima y los
hemos visto bajar agarrándose a las sogas. Que si, que si.. Y el hombre
imponiendose por encima de aquel avispero, suelta: Miá que sois inocentes,
que no hombre que no, que no han subido, que sus lo hacen ver, que son
como brujas, que susluhacen ver pero no han subido. Abuelo, que lo hemos
visto, que si, que si. El hombre ya desbordado por la chiquilleria, aún
argumenta: Pero como van a subir, a ver, donde está la senda, eh, donde
está el camino. Y termina sentenciando: Además, carretera que no saca
polvo, pa jodela. Una vez que la cosa se fué calmando hablamos un ratito
con el y hasta nos preguntó por los artefactos que llevábamos. -tenia razón-
si no de qué. Nos fuimos hacia la casa donde habiamos dormido a recoger y
comer de fiambrera, pensando que aún habia que ir hasta la estación de
Riglos y no perder el tren que pasaba antes de las siete de la tarde.
Llegamos a cogerlo. Esa noche dormimos en casa.
Hablando con Mustienes, a punto de acabar este escrito, me dijo: que fuimos
los primeros que, en el mismo dia subimos la Peña Sola y logramos coger el
tren. Era la octava ascensión.
5 respuestas a «LA PEÑA SOLA. 11-5-1958»
Preciosa historia, como todas las que nos traes aquí.
Un abrazo
Qué pasada, Gregorio… ¡Un relato fantástico! Nada, nada: con un puntillo de envidia cochina, ¡mi enhorabuena! Y un saludo cordial, desde luego…
Os devuelvo el abrazo y el saludo. Gracias.
Un placer leerte…
Hasta la vista alpinista
Historia pura en vivo y en directo ¡fenomenal! y gracias