Veo un dedo con una pinta malísima llenando todo el visor de mi cámara a través del objetivo. Intento reflejar en imágenes este pequeño quirófano improvisado en la tienda de campaña, encima de la colchoneta. El angular me permite sacar la cara de susto de Juampa y las manos de Ignacio que en un alarde de asepsia se ha puesto unos guantes de cirujano.
Es un poco de chiste viendo como es el ambiente que nos rodea, de todo menos limpio. Cuando escribo esta crónica llevamos más de treinta días sin pisar una ducha, pero los guantes le dan un aire de credibilidad a toda la operación. Juampa, que dicho sea de paso es el más cuidadoso con la higiene (toallita húmedas, crema de manos y todas esas cosas tan “finas”) ha tenido una infección en un padrastro de un dedo. Por ahora no parece muy serio pero puede llegar a serlo. Sacamos lo que nunca se quiere utilizar, el botiquín que nos ha preparado Michel Bernabé, amigo de Ignacio. Llamamos a Jorge, nuestro médico on line para que nos cuente cómo tenemos que proceder. Nos dice que pinchemos y saneemos la zona lo mejor posible. En la cara de Juampa aumenta el nerviosismo, lo veo a través de mi objetivo.
Con el alejamiento que da esto de la cámara a mí me da por reír, tengo que contenerme, no parece que sea lo más correcto para la ocasión. Por las expresiones de nuestro científico todo esto debe de ser doloroso.
Yo me afano en dejar un buen testimonio gráfico e Ignacio, con la seriedad propia de los navarros, tiñe de formalidad todo el conjunto. Rodeados de sacos de dormir, quemadores de gasolina, calcetines hediondos y botas para la nieve, el dedo de Juampa ha sido punzado y desinfectado aunque no hemos tenido que llegar a la amputación que seguro que hubiera sido mucho más fotogénica y me hubiera puesto a las puertas del Pulitzer. En este caso, y sin que sirva de precedente, prefiero ser el cámara al enfermo. Todo salió bien y Juampa está perfecto, por lo menos de su dedo…
Aprovecha y escarmienta en dedo ajeno, que tú tienes una afición a mordisquearte y tirarate de los padrastros…
Gracias Javi por la excelente crónica. Veo en una de las imágenes que fue el mismo JP quien realizó parte de la pequeña intervención “evacuadora” sobre el dedo infectado. La Antártida es un lugar inhóspito también para los micro-organismos, pero no para los que llevamos alojados en nuestra piel. He leído en otro lugar los problemas que ha tenido JP con las yemas de los dedos de las manos desde que empezasteis con las maniobras de montaje de el trineo. Aprovecho esta ocasión para manifestar mi admiración por la preparación de Ignacio y del botiquín que lleva. Puedo decirlo porque no he tenido nada que ver con ello aunque si que pude revisarlo aquella mañana soleada de finales de el mes de noviembre en la que coincidí con vosotros en la Casa de la Torre. Un fuerte abrazo a todos. Jorge
¡Que si!, que ya se que no es fácil, que lo he leído: preparar el turno de navegación, intentar descansar lo más placidamente posible, cargar las baterías del equipo y las propias, repasar y reparar el catamarán, fundir nieve y tantas otras cosas que hacen casi imposible pensar en una crónica diaria, pero he disfrutado tanto con las Andanzas de un fotógrafo antártico, que me hubiera gustado poder leer una cada día.
En una aventura como en la que aún estáis inmersos, que tiene tanto de quijotesca, es como la visión “Sancho Panza”: sencilla, realista, práctica, cercana, con sabor popular (en el más amplio sentido de la palabra). Todavía tengo la esperanza de que a tu llegada nos sorprendas y publiques todas las “andanzas” que tenías preparadas, pero que el ajetreo y el estrés de la vida en el polo sur te ha impedido editar. ¡Seguro que tenemos suerte!
Tiene razón Mendo, eso de los padrastros es peligroso. Me contaron que uno tiro de un padrastro y se dio la vuelta al cuerpo del revés.
Cuidadito…