Javier Selva

Cuando el problema es el calor

Llevo toda la vida preparándome para el frío. No solo yo, los equipos fotográficos, las técnicas de toma, los sistemas de protección, todo pensado y estudiado para que las extremas temperaturas bajo cero no me impidan disparar mi cámara o no me cueste un dedo de la mano accionar el disparador. Y ahora que parecía que, más o menos, ya lo tenía controlado resulta que vengo a rodar a un sitio donde el problema es el calor.

Llevo toda la vida preparándome para el frío. Estoy en una ciudad como Madrid y en un país como España que últimamente hace que sienta frío y como no es la primera vez que me ocurre he desarrollado técnicas y sentimientos para protegerme de ese aliento helador que de vez en cuando me recorre la médula. Y resulta que en plena glaciación española yo me vengo a hacer fotos a un sitio donde el calor lo inunda todo.

Es la primera vez que me fallan los equipos de fotos por la temperatura, más concretamente por las altas temperaturas. Supongo que más bien será una mezcla de calor y humedad. Nuakchot, la capital de Mauritania está en la costa y la influencia del mar se nota en este bochorno insoportable. Estoy escribiendo con mi ordenador portátil elevado sobre cuatro vasos para intentar que no se caliente demasiado y deje de funcionar, o, como ayer, que sea tan lento que tarde en descargar una tarjeta de 16 megas casi cinco horas.

Y por la noche, no sé muy bien como, capto una débil señal wifi con la que consigo entrar en internet a duras penas. Se me hielan las venas cuando veo las imágenes de las manifestaciones en Madrid, en Barcelona, en Pamplona. Me suenan tanto como el hielo que rodea tantas y tantas expediciones en las que he participado. Debería estar acostumbrado, pero no lo consigo: siento frío, estoy helado.

Decenas de niños nos rodean mientras nos empapamos de proyectos e ideas de gentes que también son de “la marca España”, pero ¿de la misma? Sudo, sudo mucho, sudo tanto que tengo la sensación de que la mala hostia se me va por los poros de la piel. Mujeres llenas de color, niños desaliñados de enormes ojos, hombres como ausentes. Una ciudad sin aceras, sin saneamiento, sin agua corriente que me hace sudar y en ese sudor encontrar la esperanza que me aleje del frío glacial que me produce la evidencia de que a mi vuelta encontraré una realidad aún peor que la que deje.

Toda la vida preparándome para el frío y resulta que la esperanza está en el calor.

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