Lara Magdaleno Huertas

Criocuidados

El médico de la unidad de rescate de montaña se quedó inmóvil observando a su paciente. Había participado en cientos de operaciones de salvamento y atendido las situaciones más dramáticas pero por primera vez un problema le superaba.

Realizó una llamada de emergencia a sus colegas en el valle con la esperanza de que pudieran decirle algo. Tal vez la ayuda de otros especialistas o la perspectiva de la distancia pudieran ayudar.

Mi paciente agoniza. Se muere y no puedo hacer nada por ayudarle.

Es anciano, de edad indeterminada.

Surcan su piel cientos de estrías que más que arrugas parecen grietas tan profundas como la historia de su vida.

El movimiento de sus fluidos vitales es lento, casi imperceptible, parece una clepsidra en lugar de un cuerpo. Sus líquidos cuentan el tiempo pasado y el tiempo que queda hasta su final.

Es un reloj de vida con fecha de caducidad.

Su temperatura es anormalmente baja pero no siente frío ni se queja.

A veces llora, a veces suda, a veces orina… y con cada gota pierde un fragmento de su existencia.

Los químicos de los fármacos no le ayudan, solo le contaminan y cambian su composición apagando con mayor rapidez su tiempo en este mundo.

Dice que ha visto tanto que lo que ve ahora ya no le interesa.

Aunque viejo y consumido es imponente.

No sé cómo ayudarle.

¿Un trasplante?- sugirió un colega al otro lado del teléfono.

Creo que un trasplante le daría algo de tiempo pero no sé si existe el donante adecuado. El más cercano, por proximidad, está tan moribundo como él y un poco más lejos, en Francia, hay algún donante pero empieza a mostrar los mismos signos de enfermedad.

Acabó la exposición del doctor y nadie aportó ninguna idea exacta para el tratamiento del enfermo.

Los compañeros le apremiaron: el aviso de un accidente en un barranco requería la presencia del equipo. El helicóptero debía partir.

El médico dio un último vistazo a su paciente moribundo. Su frialdad le pareció un cruel anticipo de la muerte.

Sin remedio, el glaciar del Aneto agonizaba.



17 comentarios en «Criocuidados»

  1. Me haces sentir como esos gérmenes maliciosos que invaden el cuerpo a la mínima oportunidad de la serie infantil “Erase una vez: El cuerpo humano”. Ese es el problema, que los gérmenes humanos nos hemos reproducido tanto que ya no pueden intervenir los médicos, se necesita un remedio drástico. Gracias Lara

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  2. Las palabras que has escogido y el orden en que las has puesto resultan en una preciosa daga que lacera poco a poco el corazón del lector que, palabra a palabra, escala a la cima de tu reflexión. Gracias, Lara, precioso.

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