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Una esquina del mundo

Ahora el viento sopla en esta esquina.

Parece querer dar la vuelta por la calle de atrás, para regresar a vivir todas las vidas con la intensidad que se merecen.

Hay una ventana por donde las estaciones se suceden. Y el pedazo de mañana a menudo está bañado en niebla. De esa que se levanta cuando el sol canta.

Hay un paisaje humilde.

Es recomendable mirar varias veces. Entonces no te cansas de descubrir.

Los almendros ahora están en flor.

Y la luna suele jugar con las sábanas haciendo dibujos inimaginables.

También en nuestros cuerpos.

El piano suena abajo, como una promesa.

En la última luna del verano… llegó alguien, justo en esta esquina.

Y un poco más allá… cantábamos al balcón para celebrar otra venida.

¿Puede haber un lugar donde el amor nunca estuvo?

El amor se ha colado por muchas rendijas en este rincón.

El exterior parece frío. No quiero guiarme por las apariencias.

Abro la ventana para tener una versión más presente.

El aire por fin trae la primavera.

Lo que vivo fuera de esta esquina es una percepción de isla.

Gentes que atracaron aquí sus naves.

Sin pasado ni futuro.

Hoy, aquí, compartimos inquietudes, huidas, sentires.

Inadaptadas, por suerte.

Incómodas, por supuesto.

Molestas, en ocasiones.

En búsqueda siempre…

No hay certezas. Ni garantías.

Es más sencillo escuchar los lenguajes ocultos.

Vivir la experiencia de seguir el aletear incierto de una mariposa que marca el camino…  cuando estás atenta.

Incomprensión e incoherencias…

La esperanza se respira en las calles estrechas.

Y las visitas acortan las distancias y profundizan los lazos.

Hay una piedra a la que bajan corriendo. Está al lado del camino, donde te quedas sin resuello, antes quizá estuvo interrumpiendo algún paso.

En muchos ojos encuentro algo parecido a lo que busco en el fondo de los míos.

Al menos cuando la niebla se levanta, y el viento calla, y el piano suena.

Cambiaron los nombres de las calles y ahora hablan femeninos y evocadores. Cortaron demasiados árboles.

¿Las ranas volverán a cantar en las noches cálidas?

Y allá arriba, por donde se me pierde la vista, crecen. Y lo veo de lejos, como veo pasar las estaciones. Solo puedo pasear la mirada por este camino infinito. De paso.

Hay árboles que estarán mucho después.

Hay vidas que se cruzaron y no dejaron de enredarse.

Hay maneras sin vértigo y con el misterio alerta.

Hay espacio para construir lo nuevo.

Hay guaridas donde acoger lo de antes.

Hay dudas y reflexiones y vuelta a empezar, parece que desde la casilla de salida, pero nunca es el mismo lugar de partida…

El camino transforma.

En la plaza, los muros hablan el lenguaje vivo de la calle que expresa todas las versiones. Y cuando se mezclan en la arena, se columpian con intención de tocar el cielo, se acomodan unas encima de otros en un castell con gralla de fondo…

¿Seremos capaces de desprendernos de ideologías y creencias?

Dentro todo es hermoso.

Hay una página en blanco donde inventar el nuevo lenguaje para el nuevo mundo que soñamos. Intuyo que será parecido a los sonidos universales que hacen las bebés: sin género, ni fronteras.

Hay un grupo que se junta el cuarto lunes… creando una atmósfera de la que yo me alimento muchos otros lunes, en los que la rutina oscurece esta ventana y no me deja ver la luz que asoma.

En una mañana de primavera donde las flores aún no han brotado.

En el silencio amortiguado de la nieve.

En la fragilidad del otoño.

En las noches refulgentes de verano.

Hay una escalera donde la vida vibra en cada estante. A veces alguien canta…

Puertas abiertas.

El olor de la pintura sube y las pequeñas incomodidades nos hacen estar alerta.

Hay una casa, cerca de un antiguo molino, donde siempre puedo recalar.

El castillo solemne custodia los pasos trascendentes.

Y si subo mucho por aquel camino, incluso puedo ver el mar.

Entonces todo es tan insignificante. Tan amplio.

La zona es rica en inquietudes y curiosidades humanas.

Hay un roble sagrado y moribundo.

Y conviven los de aquí, con los de allá, en un baile que en ocasiones claro que se descompasa, que pierde pie… pero siempre alguien vuelve a tocar para seguir encajando y desencajando en esta danza inacabada.

La copa de esos tres árboles cuando el verde se recorta con el azul. Me hace brincar de emoción.

Hay un puente que casi nunca cruza un río.

Hay una fuente seca. Y cerca manantiales inagotables.

Hay una curva donde la humedad se instala.

Y cumbres donde el sol brilla en mitad de la noche.

Hay un temor por repetir lo descartado.

Un deseo de reciclar el amor sin parches.

Hay algo que pesa, se hunde en esta tierra de cultivos y bancales.

En los hombros.

Aunque el viento siempre vuelve con ligereza.

La brisa.

Qué rica.

Mis pestañas sueñan con un rayo que deslumbra bajo los párpados.

¿Será imposible que el aire huela a azahar?

Aprendimos que nada es imposible.

Por lo que volar ha dejado de ser una fantasía.

¿La soledad de mi alma podrá ser presencia en lugar de ausencia?

Un autobús se pierde entre las flores. Y a veces no hay cobertura.

Las gotas no le molestan y resbalan por su cuerpo cada vez más estirado. Se bebe la lluvia recién caída, antes de que toque el suelo y se disgregue.

Cuando todavía una gota es todo.

Siento que vamos de la mano. Y aprendo.

Hay una vereda… un camino… una senda… y mil más.

En mis insomnios escucho a los jabalíes husmeando en la riera. ¿A veces bajo con ellos a hundir mis hocicos en la tierra?

Los sauces llorones son mi micro clima preferido.

Y a veces me gustaría que este baño no acabase nunca, pero no lo digo.

Hay un hombro en el que llorar.

Una mano. Y más.

Hay un suspiro acompasado.

Ahora sopla un viento que le da la vuelta a todo.

Me dejo llevar.

En la confianza de tambalearme lo que pueda.

Con aquello que te roza en el tornado.

Sin relámpagos ni calma.

Girando en este viento que a veces me deja de nuevo en esta esquina del mundo.

Exiliada, expectante… cuidada, despeinada, sacudida.

 

3 respuestas a «Una esquina del mundo»

Es un paisaje que me suena y unas sensaciones que compartimos.
Gran prosa poética Pati.
Me encanta

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