Categorías
General

NIGERIA. SORPRESA CONSTANTE

Durante este mes de diciembre he hecho uno de los viajes más curiosos de mi vida. Viajar a África siempre es sorprendente porque no sabes muy bien como van a funcionar las cosas, qué te vas a encontrar, cómo te van a recibir,… pero, en este sentido, Nigeria se lleva la palma.

La primera sorpresa llegó antes de viajar. Para mi fue bastante inesperado que el Ministerio de Turismo y Cultura de Nigeria, a través de una persona en España, se pusiese en contacto conmigo para intentar organizar alguna actividad para promover la escalada en su país. A partir de este momento todo fueron dudas: la inseguridad de algunas zonas en Nigeria, necesidad de vacunas, falta de información sobre el sitio al que iríamos, etc. Finalmente, todas estas dudas se fueron desvelando a base de ir atando cabos e intentar tener casi todo previsto.

Por fin, y después de unas cuantas vacunas, nos decidimos a viajar.  Salimos de Madrid el domingo 5 de milagro por el lío de los controladores. Nos acompaña Tunde, un nigeriano que vive en Londrés y que ha sido la persona de enlace entre el ministerio y nosotros. Al llegar, nos espera un microbus con dos militares que, desde ese momento, nos acompañan a todas partes.

Segunda sorpresa: nos llevan al pueblo en el que están las paredes, no podemos dejar de mirar a uno y otro lado cuando vemos la cantidad de roca ‘virgen’ que hay en la zona. Placas de granito compacto de unos 300 m de altura y una extensión casi infinita. Pasamos el primer día conociendo a políticos y autoridades locales que nos llevan de un sitio para otro enseñándonos sus montañas a 30º de temperatura y con una humedad insoportable. Somos los únicos blancos en la zona y la gente nos mira constantemente como extrañándose de nuestra presencia pero, a la vez, nos tratan como si fuésemos estrellas de cine y no paran de halagarnos. Finalmente, planificamos los siguientes días y decidimos equipar una vía que se llamará “Mother mine” en la pared situada sobre el patio del colegio del pueblo. Esta vía servirá para hacer alguna demostración que grabarán los medios de comunicación y para que los niños del pueblo puedan probar la escalada.

Tercera sorpresa: después de pasar el día entero escalando con los chicos del pueblo, nos llevan a participar en el MARE festival. No os podéis imaginar la situación, tres alpinistas blancos -más bien paliduchos- y con bastante menos aspecto de deportistas que muchas de las personas del público. Rodeados de políticos y gente adinerada de más de 100 kgs. de peso y todos de color. Sentados en una especie de jaima enorme, habilitada como zona VIP, y custodiados por azafatas de ébano y militares de hierro. De repente, escuchamos nuestros nombres por megafonía y, después de los grupos de música tradicional formados por espectaculares bailarines/as, nos toca salir al escenario. Allí estamos, tres escaladores blanquitos, más bien delgados, rodeados de musculosos bailarines y el público gritando como si hubiese salido Beckham. Miramos a nuestro alrededor porque nos sabemos muy bien si los gritos van dirigidos a nosotros, si son de halago o de odio…Aliviados y extrañados, nos damos cuenta de que todos son elogios. Saludamos a la gente, que no para de llamarnos por nuestros nombres con acento nigeriano algo intimidante, como si fuésemos actores o futbolistas. Al escribir esto, no puedo evitar volver a reirme al recordar nuestras caras de estupefacción, no sabíamos muy bien qué decir o qué hacer, al final, salimos del paso diciendo unas palabritas por el micrófono, da igual cuales, iban a gritarnos de todas formas y no entendemos nada. En cualquier caso, parece que les gustó, porque al bajar del escenario siguió la locura pidiéndonos autógrafos, fotos, etc.

Después de estos curiosos días de baños de multitudes y, como fiesta de fin de viaje, nos llevan al chalet de uno de los políticos de la región. Fue increíble!!. He visto chabolas mejor terminadas en algunos poblados pero, no acabo allí la cosa, nos invitan a comer pescado. Los peces son realmente frescos, están recién rescatados de una especie de piscifactoría que, más bien, son charcos llenos de cieno en los que se ve a los peces gato moverse rápidamente como si fuesen serpientes, todo un manjar. Ah! y no puedo olvidar la parrilla en la que se cocinó este suculento pescado, primero estaba tirada en el barro pero, no pasa nada, llega el equipo de limpieza, unas cabras que andaban alrededor de la casa y que se dedican a chuparla hasta que la dejan impoluta. Para nuestra sorpresa, el pescado no está tan malo, solo ligeramente carbonizado, eso sí, como buenos huéspedes nos lo comemos sin rechistar y algunos incluso repiten.

Después del festín, emprendemos nuestro viaje de regreso. Llegamos al aeropuerto, un policía me pide algo y, como no le entiendo, le doy la mano. Menos mal que se lo tomó con humor porque con el resto de la gente mostraba una actitud bastante menos amistosa. Por fin, nos despedimos de Tunde, montamos en el avión y de vuelta a casa tras unos días inolvidables en el África negra de verdad.

A pesar de todas las bromas, las experiencia fue inolvidable. Intentaremos volver para escalar un poco más y agradecerles a todos nuestros nuevos amigos los esfuerzos que hicieron porque nos sintiésemos como en casa.

Saludos a todos y feliz 2011.