Han pasado varios meses desde la última entrada que escribí en este blog. Como veis, por más que lo intento, no soy capaz de cumplir el compromiso de dedicarle un poco más de tiempo a contar más cosas sobre lo que voy haciendo, escalando o pensando.
Durante estos meses he tenido motivos más que suficientes para poder contar de todo, desde alguna bonita vía que he podido escalar este invierno en el Pirineo o en Gredos con diferentes amigos, hasta un viaje a Peak District para escalar en roca al más puro estilo “trad climb” inglés, o una visita “relámpago” al Circo de Gredos para evaluar a los futuros guías de alta montaña. Motivos no han faltado, lo que escasea es el tiempo y, quizás, sobren las responsabilidades. A veces, te encuentras embutido en un laberinto de obligaciones, trabajos, autoexigencias y otros condicionantes, que dificulta muchísimo ser capaz de mantener el norte en todo momento. Ha sido necesaria una visita a los Galayos y un periodo de mal tiempo para poder reflexionar y reorientar la brújula.
Cuando empecé a trabajar como guía, mi principal ilusión era completar mi formación, obtener el reconocimiento UIAGM y poder dedicarme única y exclusivamente a, como decía Rebuffat, enseñar mis montañas con el mismo cariño que un jardinero muestra sus flores. De esa forma llevaría una vida sencilla y austera disfrutando de la tranquilidad y serenidad que ofrecen las montañas. Fueron pasando todas esas etapas y, cuando estaba a punto de conseguir todos los objetivos, me ofrecieron la posibilidad de coordinar la formación de los guías de alta montaña. Como nunca he sabido dar la espalda a un reto y, aún menos si lo sentía como mi responsabilidad, decidí tirarme al barro y poner todo mi esfuerzo en tratar de mejorar la calidad de la formación. Así, trato de aportar mi pequeño grano de arena para conseguir lo que hoy se está convirtiendo en un derecho, el reconocimiento UIAGM para todos los guías de alta montaña que acaben su formación en España.
Con esos objetivos, trato de realizar mi trabajo lo mejor que sé y puedo y, gracias a la ayuda de un montón de amigos como: Jordi Corominas, Jonatan Larrañaga o Dani Ascaso, que se han implicado con fuerza en los cursos, vamos dando pasos hacia el objetivo final. Os podéis imaginar que el camino es largo, difícil y está lleno de obstáculos pero, si hay ilusión y encuentras el apoyo de buenos compañeros, todo se va superando.
Siendo sincero, si me dejase llevar por el corazón, mañana mismo volvería a Gredos, allí donde empece a caminar en las montañas, escalar en roca o hielo y esquiar. Cada vez que vuelvo, me cuesta más regresar a Benasque pero, sé que mi sitio ahora está en el Pirineo y, como muchas otras veces, a pesar de las dificultades, hay que seguir esforzándose por conseguir el objetivo de un colectivo profesional que se lo merece.
Entre tanto, no solo Gredos queda lejos, también los amigos, la familia, la gente y los lugares que más aprecias y valoras. Debo pedirles disculpas a todos ellos por no dedicarles el tiempo que se merecen pero, estoy seguro de que cuando pase esta etapa, reorientaré la brújula hacia objetivos más personales y pondré el mismo esfuerzo y energía para estar más cerca de ellos.
Un abrazo a todos.