40 años de InterRail, de los Alpes a la Provenza
40 años, 40 trenes
Nos quedan dos días para finalizar nuestra aventura europea, un desafío familiar que iniciamos el pasado 18 de junio en Barcelona y que nos ha llevado hasta el Cabo Norte y varias islas del norte de Noruega. Queríamos poner en práctica en un viaje de 22 días, por libre y en plan económico, todo lo que escribimos en nuestro Manual de Montañismo con Niños, que publicamos con desnivel hace unos meses ¡y vaya si lo hemos logrado!. Nos sentimos realmente bien, muy felices de observar como nuestros dos hijos de tres y cuatro años se han adaptado a todas las situaciones que han vivido, con sol, tormentas, nieve, frío, calor, muchos trenes, algunos aviones, varios autocares, dos táxis y muchas horas pateando. Dormir en hostales, albergues y en nuestra querida tienda de campaña se ha convertido en algo normal durante casi un mes y en ningún momento se han sentido ni agobiados ni aburridos. Por otro lado, también nos sentimos satisfechos de haber logrado cumplir el reto que nos marcamos con InterRail, Turismo de Noruega y Rail Europe: celebrar los 40 años de InterRail viajando en 40 trenes y descubriendo 40 destinos en algo menos de mes. A día de hoy podemos afirmar que lo hemos logrado. En un post que prepararé con calma describiré el viaje y los detalles, por si algún lector o amigo de desnivel se anima…
Hoy viajamos hasta la Provenza francesa, que sigue siendo única, con sus campos de lavanda, sus ocres, sus verdes suaves, su calor en verano y su agradable clima en otoño. A nivel de montaña, la Provenza nos ofrece suaves desniveles situados por encima de los 500m, destacando por encima del resto la mole del Mont Ventoux. Su cumbre se levanta pelada y desafiante como un gigante que vigila todo el paisaje provenzal, al este de Avignon y por encima de la Costa Azul. Su ascensión no reviste dificultad, pero es una de esas montañas míticas donde el ciclismo y el asfalto han convertido a su cumbre en un lugar casi mítico donde el Tour de Francia suele recalar de vez en cuando. Las cumbres “asfaltadas” o de acceso motorizado suelen desmotivar al montañero, pero en este caso una visita al Mont Ventoux siempre resulta interesante para hacerse una idea de lo extensa y hermosa que es la Provenza.
Para rematar nuestra aventura, de la Provenza subiremos en tren hasta Lyon, para seguir subiendo hasta la Champagne (Epernay y Reims), desde donde el día 9 por la tarde volveremos a Paris, punto de partida del Tren-Hotel Elipsos (Gare de Austerlitz) que nos llevará hasta Barcelona (mañana del día 10 de julio).
Aunque los trenes van muy llenos, durante todo el día nos acompaña una agradable sensación de tranquilidad, de vivir rodeados de un paisaje que el mundo del cine nos ha mostrado durante muchos años, regalándonos excelentes títulos rodados en la Provenza. Ridley Scott rodó en ella la entrañable “Un buen año”, comedia romántica paisajística protagonizada por Russell Crowe y Marion Cottillard. Los ingleses son los reyes del cine, pero los franceses tienen don para contar historias sencillas y amables y “Un verano en la Provenza” es un buen ejemplo de ello. Adoro las películas francesas de corte costumbrista donde el paisaje, los pueblos y sus gentes se entremezclan en una fusión única. Ya que estamos, y para ampliar un poco el tema, en la web cinéfila www.lahiguera.net publicaron en su momento una interesante entrevista con Eric Guirado, director del filme, que reproduzco a continuación debido a mi conocida pasión por el cine y mi amor por el cine de montaña, paisajista y de corte documental.
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P: ¿Cómo nació ese interés por los camiones-tienda de ultramarinos?
R: Hace algunos años realicé para France 3 varios retratos intimistas de profesiones itinerantes como panaderos, fotógrafos ambulantes o marineros en la región Rhône-Alpes y en Auvernia. Me pasaba el día en la carretera, rodando. Era un fan de las road-movies y del programa de Daniel Mermet “Làbas si j’y suis”. Como a él, me encantaba seguir a los personajes, descubrir su día a día y contar su historia. Pero fue después de mi primer largometraje Quand Tu Descendras Du Ciel cuando empecé a rodar retratos-documentales sobre tenderos ambulantes. Necesitaba volver a una forma íntima y personal de rodar y “pegarme” con el encuadre y la luz en una puesta en escena realista. Durante año y medio seguí, por tanto, a los tenderos itinerantes por las regiones del Sur de Córcega, Pirineos y Altos Alpes.
P: ¿De cuándo data el proyecto de Un Verano en la Provenza?
R: Los primeros borradores del guión datan del año 2000. En aquella época se llamaba Antoine y Sus Nubes y debería haber sido mi primer largometraje. Por diferentes razones lo dejé aparcado pensando que algún día volvería sobre el tema. Cuando estaba rodando los retratos de los camiones-tienda de ultramarinos también lo hacía con la idea de reunir elementos para la escritura del guión y de que mi imaginación se enfrentara con la realidad a pie de obra.
P: ¿Cómo ha sido el trabajo de escritura con Florence Vignon?
R: No sólo ha sido una colaboración con Florence sino también con todos los productores. Trabajamos a partir de una primera versión, una narración muy rica que había que centrar de nuevo y reequilibrar. Yo quería hablar de una especie de búsqueda, de una epopeya en el entorno rural, con repercusiones profundas para el personaje. Junto con Florence, insertamos el vagar de Antoine en un relato mucho más concreto que se convirtió en un itinerario iniciático, una marcha en sentido propio y figurado.
P: La película narra la historia de una familia que ha estallado en mil pedazos, en la que las relaciones se han ido degradando…
R: La película muestra lo que une a los miembros de la familia es esta zona de sombra, plagada de cosas que se callan, de malentendidos. Los personajes hablan muy poco entre ellos y cuando se dirigen la palabra se mienten o transforman la realidad a su manera. Pero en el fondo, para mí es una familia bastante banal que no tiene una historia particularmente reseñable y que se las apaña como puede llevando una vida sencilla, llegando incluso hasta el hastío en el caso de Antoine, que ha visto cómo se ha ido limitando su horizonte y prefiere huir.
P: Aparte de Claire, los personajes suelen ser torpes y les cuesta expresar sus sentimientos…
R: Son seres reservados, discretos, tímidos o púdicos que no buscan obligatoriamente superarse y son, al mismo tiempo, muy indecisos. Esto les hace irritantes algunas veces y otras interesantes. Me recuerdan a algunos personajes de Alicia En Las Ciudades o de París, Texas de Wim Wenders que dicen poco pero aún así avanzan.
P: La película habla de una zona rural en la que ya prácticamente sólo subsisten los viejos…
R: Es el reflejo de mi propia historia y de mi experiencia documental en el sur de Francia. Los personajes que vemos en la película tratan de permanecer en su pueblo el mayor tiempo posible, tanto por gusto como por orgullo y los negocios ambulantes les ofrecen una especie de autonomía. Algunas personas mayores se fuerzan incluso a caminar todos los días hasta el camión-tienda de ultramarinos para mantener la forma física y un mínimo de relación con los demás. El aislamiento de estas personas me impresiona. Un cartero me contaba que en los parajes retirados algunas personas se abonan a la prensa diaria regional porque les garantiza que verán al cartero todos los días y con ello pueden mantener un contacto o una conversación con al menos una persona al día. Pasa lo mismo con los tenderos ambulantes.
P: La relación entre Antoine y Lucienne (Liliane Rovère) es muy fuerte.
R: Al principio de la película Antoine no está en una posición de gran generosidad con respecto a los demás y eso que tiene mucho que aprender en su entorno. Lucienne es la única que se atreve a decirle las cuatro verdades del barquero y a llamarle imbécil. No duda en ponerle en su sitio y en abrirle los ojos a otras realidades distintas a la suya. Pero a su manera el personaje interpretado por Paul Crauchet, el Padre Clément, también participa en la evolución de Antoine. Paul Crauchet y Liliane Rovère tienen unas personalidades que son extraordinarios motores y han captado perfectamente lo que esperaba de los personajes.
P: Desde el principio, imprime un tempo ágil a la película…
R: El guión ya tenía esta dinámica y lo que he hecho es cargar un poco las tintas en el rodaje. Quería que a Antoine le sacaran del letargo, que se viera atrapado en un movimiento que le hiciera alejarse de su condición, de sus prejuicios y que se dejase llevar un poco en contra de su voluntad. A pesar de una fuerte resistencia inicial -al principio, sólo está centrado en sus deseos- Antoine acabará abriéndose a los demás, aprenderá a escucharles, a mirarles, a prestarles atención. Para él, es una revolución íntima y como todas las revoluciones no puede ser algo tranquilo o suave.
P: Filma el campo con amor…
R: Claro, he crecido en el campo, tengo una relación afectiva muy fuerte con este universo. Cuando era joven empecé a fotografiar la naturaleza. Trataba de captar las luces, las curvas y todas las paletas de materias y de colores que puede ofrecer, por ejemplo, un bosque. Guardo de ello una gran sensibilidad pero también una cierta desconfianza. En el montaje saco del bosque los momentos que me parecen “demasiado bonitos” y que no dan servicio al relato o dicho de otra manera, aquellos planos que desvían la atención del tema inicial.
P: ¿De dónde sale la idea del “fresco improvisado” en el camión?
R: Desde el principio quería que Claire, jovencita y un poco gamberrilla, aportara una auténtica dimensión de fantasía al personaje un tanto taciturno de Antoine. Incluso me hubiera pegado mucho que le plantara una nariz de payaso y le pintarrajeara la cara para arrancarle una sonrisa. Y precisamente cuando se pone a pintar el camión, inyecta vida en este pueblo apagado y trastorna las costumbres de sus habitantes. Es como una borrasca que sacude a esta comarca dormida. Hay casi algo de blasfemia en su manera de pintar el sacrosanto camión del padre.
P: ¿Por qué eligió a Nicolas Cazalé para interpretar a Antoine?
R: Al principio, me daba miedo que fuera demasiado guapo para el papel pero me di cuenta de que era un chico discreto, modesto y poco hablador. Enseguida, descubrí los puntos que teníamos en común. Tiene un algo un tanto oscuro y es muy reservado. Uno tiende a pensar que se guarda muchas cosas.
Sin buscar expresamente que mis actores tengan la misma vida que mis personajes, pensé que existiría una auténtica convivencia entre Nicolas y Antoine. Por otra parte, estaba convencido de que sabría adaptarse a los actores no profesionales que pueden ser desestabilizadores para un actor profesional y, en sentido inverso, ha ofrecido el espacio necesario para que el pequeño mundo existente alrededor del camión se adaptara a él.
P: ¿Y Clotilde Hesme?
R: Inmediatamente sentí en ella una fuerza increíble. Quería una actriz con carácter y que emocionara. Buscaba a alguien que pudiera encarnar a una borrasca. También tenía que tener la fuerza necesaria para plantar cara a Antoine y sacarlo del letargo, siendo capaz, al mismo tiempo, de resistir a la historia de amor potencial que se teje entre ellos y que podría trastocar sus proyectos. Quería que se notara esa determinación en su mirada. Al mismo tiempo, tiene sentido del humor y una cierta ligereza.
P: ¿Daniel Duval?
R: Me pareció algo evidente que interpretara al padre de Antoine. Ambos desprenden el mismo pudor, una manera de acercarse a los demás áspera y a la vez humana. El parecido físico entre ambos es bastante impresionante y me gusta mucho la generosidad, seriedad, entusiasmo y humildad que aporta a su trabajo.
P: ¿Cómo eligió a los actores que interpretan a los habitantes del pueblo?
R: Me reuní con todos y abrí al máximo ojos y oídos para encontrar a los mejores. La mayor parte son actores no profesionales pero en algunos casos tienen mucha costumbre de hacer de extras o han trabajado en el teatro como aficionados. Esto nos ha facilitado bastante la tarea porque estas experiencias les aportan una mejor comprensión de lo que representa el rodaje de una película.
P: ¿Ha recurrido a la improvisación con ellos?
R: Se trata de improvisación dirigida. Sabía a donde quería llegar pero les he dejado la libertad de ir a su ritmo. Me he apoyado bastante en su generosidad. Les explicaba por ejemplo que una mañana Antoine iba a mostrarse desagradable y que tenían que responderle con el mismo tono, con sus propias palabras. Se han metido totalmente en el juego y el resultado es sorprendente.
P: Háblenos de la música.
R: Generalmente sé por anticipado qué música voy a utilizar. Para Un Verano en la Provenza, que cuenta el regreso de Antoine a su pueblo natal y en la que la naturaleza está muy presente, quería orientarme hacia sonoridades tipo “folk”. De acuerdo con la producción, elegimos a Christophe Boutin porque había conseguido la sensibilidad y la simplicidad que yo buscaba.
P: ¿Por qué pensó en Laurent Brunet para la fotografía?
R: Tiene una gran experiencia en documentales y en Super 16. Me gustan mucho las iluminaciones que ha realizado para las películas de Raphaël Nadjari, su mirada, su manera de enfocar los personajes y el relato. Sabía que se alejaría de cualquier estetismo y que podríamos tratar de filmar juntos esta historia con la precisión y la distancia necesaria.
P: ¿Cómo ha influido su mirada de documentalista en la visión de los personajes de la película?
R: En París la gente tiene una visión falseada y estereotipada de la vida en provincias. Para mí es un lugar de contrastes, de paradojas, que siempre he rodado con ganas y curiosidad. El documental me ha brindado la ocasión soñada de acercarme a la gente, de compartir con ellos su día a día. Me gusta buscar en clave de documental la humanidad de las personas, de los héroes minúsculos difuminados en el paisaje y me esfuerzo por revelar lo que tienen de excepcional, sin miramientos, pero con cabeza y pudor. El retrato de un pastor viejo en la comarca de Gex hace más de diez años me sigue inspirando hoy, cada vez que abordo la construcción de mis personajes.
Mi novela favorita: Le Chant du Monde, (El Canto del Mundo), de Jean Giono, se pasa en Provenza.
¡Hermosa tierra de la Francia interior!
Un saludo.
No la conocía, y me la apunto, agradezco muchísimo una recomendación de tamaño calibre. La Provenza da para hacer tres revistas Grandes Espacios, es realmente interesante, con unos pueblecillos de película y unas gentes entrañables. Lo único que falla un poco son las conexiones. Se dejó a un lado el tren en varias zonas y ahora los autobuses no lo cubren con la freqüencia de tiempos pasados…pero bueno, se llega igual y siempre se puede alquilar una moto pequeña, un coche o lo mejor: recorrer la Provenza en bici.
“El Canto del Mundo” nos describe una Europa rural, recia, con osos y lobos, donde los hombres se mueven y actúan por impulsos básicos, una Europa que ya nunca volverá.
Es un libro, este de Jean Giono, que cambió mi vida.
En mi viaje a los Alpes del sur para subir a la Barre des Ecrins tambien fui en tren y tuve ocasión, fugazmente claro, de observar el paisaje de la Provenza.
Tambien en la novela “El Perfume” de Patrick Suskind, el “protagonista” (asesino de muchachas para robarles su fragancia), se refugia durante años en la cumbre del Plomb du Cantal.
Como ves, Provenza siempre ha estimulado la creación literaria, y muchos artistas, pintores y escultores, se instalan en esa región atraidos por su clima y la belleza del paisaje.
Fantástico tu libro sobre montañismo y libros. Por cierto, soy muy aficionado a la montaña y estos días quisiera llevar a mis dos pequeñas de acampada libre. Vivo en Madrid y se que es un problema, pero ¿conoces algún sitio por el sistema central en que se pueda acampar sin mayores problemas? Un abrazo