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Los Ríos de Color Púrpura (2000)

“LES RIVIÈRES POURPRES” Duración: 106 minutos País: Francia Director: Mathieu Kassovitz Reparto: Jean Reno (Comisario Pierre Niémans), Vincent Cassel (Teniente Max Kerkérian), Jean Pierre Cassel (el oculista), Nadia Farès (Fanny Fereira), Karim Belkhadra (Capitán Dahmane), Dominique Sanda (Hermana Andrée). Música: Bruno Coulais

Presentada en el Festival de Cine de San Sebastian, “Los Ríos de Color Púrpura” es una excelente adaptación de la novela homónima escrita por  Jean-Christophe Grangé, que también actúa como guionista del filme. Su director es Mathieu Kassovitz, artista versátil que tanto dirige como interpreta con sobriedad películas tan comprometidas y espectaculares como “Amén” de Costa Gavras o “Munich” de Steven Spielberg. “Los Ríos de Color Púrpura” supone el cuarto trabajo como director de Kassovitz.

En esta ocasión el director de “El Odio” nos narra una siniestra historia a caballo entre el misterio, la acción y el cine de montaña mas clásico. Un cocktail  que recompensa al espectador ofreciéndole una narración sin pausa ambientada en una siniestra universidad  elitista enclavada en el corazón de los Alpes franceses. Uno de los máximos responsables del éxito del filme es el siempre efectivo y carismático Jean Reno, actor de origen español nacido en Casablanca (Marruecos) y afincado en Francia, que merecería muchos más elogios de los que ya de por si recibe por su trabajo. Reno borda el papel de comisario Pierre Niémans, rudo profesional de la policía gala que se ha ganado la fama de poco sociable gracias a su mal carácter y a la brutalidad de sus métodos. Junto a el encontramos a su compañero de fatigas, un joven teniente que en ocasiones aplica su propia filosofía a la hora de hacer justicia y que por caprichos del destino, se verá inmerso junto a Niemans en una intriga que implica manipulación genética y asesinatos múltiples. Vincent Cassel se encarga de dar vida a Max Kerkerian, el excéntrico oficial de policía antiguo ladrón de coches que acompañará a Jean Reno en sus peripecias alpinas.

La película funciona desde su inicio. A través de la magnética música de Bruno Coulois (“Los Chicos del Coro”), los terroríficos títulos de crédito nos informan de la línea que va a seguir el filme. La cámara recorre en primer plano un cadáver mientras los insectos y los gusanos se alimentan de sus restos. Tras los créditos, la acción nos sitúa por un lado cerca de Altberville, donde se encuentra la ciudad universitaria de Guernon, cuna de la elite francesa. El comisario Niémans se desplaza hasta el centro educativo con la intención de investigar un violento asesinato, una vez en Guernon, descubrirá que se encuentra ante una institución muy cerrada a los forasteros y será recibido de forma un tanto hostil. Solo una joven escaladora se prestará a ayudarle, ganándose por el momento, la simpatía de Niémans.

Al mismo tiempo y a unos 300 Km. de distancia, el teniente Max Kerkerian está investigando un cementerio profanado en la población de Sarzac. Su investigación se centra en la tumba de un pequeño que desapareció hace 20 años. Con la ayuda de un doctor local, interpretado por el desaparecido Jean Pierre Cassel (padre de Vincent), pronto, las dos investigaciones se cruzarán y los dos policías se verán obligados a trabajar juntos para investigar que es lo que pasó años antes en Sarzac y que relación tiene con la serie de asesinatos que van en aumento y poco a poco ponen en peligro la reputación de la Universidad de Guernon. La verdad será escondida por el siniestro rector, personaje que logrará sacar de sus casillas a Niémans en más de una ocasión no obstante, la tenacidad de los dos agentes obtendrá sus frutos y tras múltiples peripecias, la manipulación genética que se está realizando en Guernon para crear una raza superior provocará un cruel desenlace que llevará a nuestros protagonistas hasta las entrañas de un glaciar y hasta las cumbres nevadas de Chamonix. Uno de los grandes momentos del filme es la presentación y el desarrollo del personaje interpretado por Nadia Farès. Resulta interesante ver como se da a conocer ante Jean Reno en un rocódromo y como su personaje se convierte en una especie de guía para el comisario Niemans, rapelando una enorme grieta glacial o subiendo hasta Les Grands Montets en Argentiere (Valle de Chamonix). Creo poder afirmar que la película muestra por primera vez en una pantalla de cine el interior de un glaciar, colocando en el corazón de la escena a actores reales (no especialistas). El juego de luces y colores que el hielo crea al ser iluminado por los focos crea una atmósfera realmente espectacular y si a ello le añadimos un cadaver que oculta un secreto, el éxito de la escena está asegurado.

A medio camino entre “Seven” (1995) de David Fincher y “Los Niños del Brasil” (1977) de Franklin J. Schaffer, el filme toca dos temas muy interesantes: la experimentación con seres humanos, sobre todo en gemelos y la búsqueda de la pureza racial. También podríamos comparar “Los Ríos de Color Púrpura” con la espectacular novela de Robert Ludlum “Los Guardianes del Apocalipsis”  donde se especula con la posibilidad de que miembros del Tercer Reich sigan realizando experimentos en Francia con la intención de mantener con vida el legado de Adolf Hitler y crear un Cuarto Reich.

Las cumbres nevadas y el frió del invierno alpino se convierten durante todo el metraje en un personaje más, siniestro y terrorífico a la vez, escondiendo cadáveres, ayudando a la investigación a través de los secretos del hielo glacial y desatando un tremendo clímax final con alud incluido a 3.200m,  donde la vida de Niémans llega a estar seriamente en peligro. La excelente fotografía de Thierry Arbogast, el director de fotografía de Luc Besson (productor de la irregular “Los Ríos de Color Púrpura 2”), ayuda a crear la atmósfera lúgubre que en ocasiones envuelve al filme y nos regala de paso, unos bellísimos planos de los Alpes franceses centrándose en uno de los valles más hermosos del planeta, el de Chamonix. El equipo de filmación ascendió a través del teleférico de la Aiguille des Montets hasta el glaciar del mismo nombre para filmar las últimas escenas del filme a gran altitud. El propio Jean Reno afirmó tener ciertos problemas para actuar con naturalidad a mas de 3.000m. Si el espectador agudiza la visión, contemplará el glaciar de Argentiere, la cumbre del Mont Blanc, la Dome de Gouter y la impresionante Aiguille du Midi mostrando sus espectaculares glaciares bañados por una luz solar majestuosa.