Antes de la Segunda Guerra Mundial, el escritor británico James Hilton (1900-1954), tuvo la enorme osadía de adelantarse a su tiempo, dar una patada moral a una sociedad hipócrita y mostrar el egoísmo del ser humano, a través de las páginas de dos excelentes novelas: Horizontes Perdidos (publicada a finales de 1933) y Goodbye, Mr. Chips (1934). Su crítica hacia un sistema que hacía (y hace) aguas y la capacidad para describir paisajes, situaciones y sensaciones, le convirtió en un gran maestro de la novela, catapultándole al éxito la adaptación cinematográfica de Horizontes Perdidos que Frank Capra realizó en 1937.
Hilton encontró el éxito en la literatura a temprana edad. Su primera novela Catherine Herself, fue publicada en 1920, y debido a su buena acogida, siguió adelante con su ilusión de convertirse en un gran escritor.. Varios de sus libros fueron bestsellers internacionales e inspiraron exitosas películas, destacando la obra que nos ocupa, Horizontes perdidos, novela que había ganado el premio Hawthornden. Su otra gran obra, Goodbye, Mr. Chips, cuenta con dos famosas adaptaciones al cine, una de ellas excelentemente interpretada por el desaparecido Peter O´Toole. Otra conocida novela de Hilton es Niebla en el pasado(Random Harvest) (1941), adaptada al cine en 1942 por el director Mervyn LeRoy. Hilton, vivió y trabajó en Hollywood desde mediados de los años treinta y ganó un Oscar en 1942 por el guion de la película “La Señora Miniver”, dirigida por Jan Struther.
Horizontes Perdidos, la película
Duración: 128 minutos. País: Estados Unidos Director: Frank Capra Reparto: Ronald Colman (Robert Conway), Jane Wyatt (Sondra Bizet), John Howard (George Conway), Edward Everett Horton (Alexander P. Lovett), Thomas Mitchell (Henry Bernard), Margo (María), Isabel Jewll (Gloria Stone), H.B Warner (el señor Chang), Sam Jaffe (Gran Lama), Música: Dimitri Tiomkin
Frank Capra siempre se ha caracterizado por ser uno de los directores de cine norteamericanos que mejor ha sabido transmitir con sus películas su personal filosofía de vida y su modo de entender el cine. Nacido en Sicilia (Italia) en 1897, Capra obtuvo la nacionalidad estadounidense en 1920 y tuvo la suerte de vivir los llamados “años dorados” de la industria cinematográfica donde las películas eran películas y los actores auténticos reyes de la escena. Podríamos hablar de Capra horas y horas pero para ello ya existe una magnífica obra titulada “Frank Capra, el nombre delante del título”, autobiografía publicada por T&B Editores, que resume a través de sus 508 páginas, la vida y obra de un director idealista y luchador que por méritos propios se convertiría en uno de los más grandes de la historia del cine. Aunque en muchas ocasiones, las grandes “majors” fueran las auténticas responsables del resultado final de un filme, Frank Capra siempre cuidó muchísimo el acabado de sus trabajos caracterizados por sus historias llenas de bondad donde la raza humana se enfrentaba victoriosa a la injusticia social a través de héroes anónimos vulnerables pero con unos ideales férreos que les permitían luchar contra la especulación y en general, contra el lado oscuro de nuestros corazones. Uno de los mejores ejemplos de su particular filmografía es la excepcional “Que Bello es Vivir” (“What a Worderful Life!, 1946”),donde uno de sus actores favoritos, James Stewart luchaba contra el señor Potter (Lionel Barrymore) un malvado hombre de negocios que quería hundir su ideal de sueño americano. Al final, tras muchas peripecias, serán sus amigos y vecinos, ayudados por un providencial ángel de la guarda llamado Clarence, quienes le salvarán del desastre y la bancarrota. Títulos como “Caballero sin espada”, la antes citada “¡Que Bello es Vivir”! (“What a Worderful Life!”) o sus dos versiones de “Un Gangster para un Milagro” (“A Pockefull of Miracles”) son un ejemplo de su filmografía, en ocasiones utópica pero al mismo tiempo esperanzadora.
Con “Horizontes Perdidos” Capra se desmarcó un tanto y convirtió lo que en un principio podía parecer una película de aventuras en una fábula muy interesante, llena de moralidad y mensajes ocultos que demostraban su absoluto control por el ritmo y el movimiento de la cámara, beneficiando la fluidez de las escenas, la mayoría de ellas filmadas en un plató lejos del Himalaya, donde tiene lugar la acción. Basada en la novela original de James Hilton, el guión de Robert Riskin y Sidney Buchman parte de un hecho histórico real, la guerra entre los partidarios de Mao y los de Chan Kai Chek. La película se inicia mostrando el caos que reina en un pequeño aeropuerto donde un puñado de occidentales huyen de China a la desesperada a bordo de un avión. Tras muchas horas de vuelo, el aeroplano deberá realizar un aterrizaje de emergencia en plena cordillera del Himalaya, por fortuna, los pasajeros serán rescatados por una misteriosa comitiva que les acompañará a través de la cumbres nevadas hasta un idílico valle enclavado entre montañas donde se encuentra Shangri-La. El idílico valle acoge una población de ensueño donde el dinero no existe pues todo se comparte, las personas nacen sin tener excesos de egoísmo y gracias al las características del lugar, se aprovechan al máximo los recursos naturales. Los habitantes de Shangri-La viven en plenitud desarrollando el amor y el respeto al prójimo como forma de vida. Sorprendidos por el descubrimiento, una vez en Shangri-La algunos pasajeros del avión accidentado desearán salir lo antes posible para volver a la civilización. Otros en cambio, descubrirán el verdadero sentido de la vida a través del máximo responsable del lugar, el señor Chang (H.B Warner), que sigue la doctrina impartida por un anciano sacerdote que llegó a Shangri-la hace muchísimos años. A partir de este punto, la película analiza con propiedad los sentimientos que mueven las acciones de los protagonistas desatando un torrente de reacciones muy diversas. Como si de la fuente de la eterna juventud se tratase, Shamgri-La seduce a los protagonistas del filme, despertando la llama del amor en una joven lugareña llamada Sondra (Jane Wyatt). Ella y el aventurero Robert Conway (Ronald Colman) iniciarán un romance que les llevará a realizar grandes paseos por paisajes alpinos de gran belleza. A nivel fotográfico, se utilizaron muchos planos filmados en los Alpes franceses como recurso y si el espectador está atento descubrirá por ejemplo la Aiguille del Dru, el glaciar de Les Grands Montets y la Aiguille du Midi libres de teleféricos. Se supone que en 1937, filmar en el Himalaya no entraba dentro del presupuesto y Capra utilizó los Alpes como telón de fondo junto a unos efectivos decorados diseñados por Stephen Goosson.
Pero no todo el mundo es feliz en Sangri-La. El hermano de Robert Conway, George (John Howard) se siente encerrado, cree estar prisionero en medio de las montañas. Sus sentimientos hacia una nativa del lugar llamada Maria (interpretada por la estrella mexicana Margo), le impulsarán a planear el viaje de vuelta a su hogar a diferencia del resto de pasajeros, que aprovecharán al máximo la comodidad del lugar para llegar a convertirse en profesores de geología, como es el caso del señor Lovett (Edward Everett Horton). El tiempo pasa, y cada vez George Conway está más decidido a marchar de Sangri-La. Lo peor del caso es que en su huida, arrastra con el a su hermano Robert rompiéndole el corazón a su enamorada. Sondra, aceptará resignada la marcha de los dos hermanos junto con la joven Maria. Para consuelo de Sondra, el señor Chang está totalmente convencido del regreso de Robert. Cree pues cree que este será incapaz de soportar la vida al estilo occidental y menos sin el amor de su vida. Aprovechando que los porteadores están preparando un viaje para abastecer de suministros a Sangri-La, los hermanos Conway y Maria inician el viaje de regreso y en este punto Frank Capra parece inspirarse en las Sagradas Escrituras pues al traspasar los límites de Sangri-La, Maria envejece rápidamente hasta morir en brazos del joven George. La vida se alarga en el paraíso y Maria ha traspasado la frontera de Sangri-La, un valle que posee una especie de poder místico basado en la pureza ambiental y en el modo de vida de sus habitantes que bien puede servirnos como metáfora que critica abiertamente el estilo de vida occidental. Creo que existe un cierto paralelismo con el final de un filme posterior protagonizado por Stewart Granger, “Sodoma y Gomorra” (1962), donde la mujer de Lot se convierte en una estatua de sal por desobedecer las órdenes de Dios. Incluso en las películas de Indiana Jones se utilizarán recursos bíblicos similares como el hecho de cerrar los ojos para no ver la profanación del Arca Perdida o la recomendación de no traspasar los límites que marca el Santo Grial.
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La muerte de Maria supone un duro golpe para George Conway quien llevado por el dolor, sufrirá un accidente despeñándose por una cornisa helada sin que su hermano pueda hacer absolutamente nada para ayudarle. La montaña una vez más, demostrará su crueldad, arrebatándole a Robert la vida de su hermano. Tras un largo viaje atravesando altas montañas, soportando ventiscas y medio congelado, Robert atraviesa el Tibet y logra volver a la civilización, aunque nunca llegará a ver a sus amigos de antaño pues el amor que siente por Sondra le impulsará a volver a Sangri-La cumpliéndose la profecía del señor Chang, quien aseguró que Robert Conway volvería algún día. Las campanas acompañarán con su sonido el regreso del protagonista feliz de volver a encontrarse con sus amigos y con el amor de su vida. Sangri-La se convertirá en su hogar, durante el resto de su larga vida. Frank Capra tuvo sus más y sus menos con el presidente de la Columbia Pictures pues alguna de las escenas de la película y el final de la misma, con la imagen de Sondra esperando a Robert no eran de su agrado. Capra tuvo que claudicar y cedió a los intereses de quienes le pagaban estrenando una versión que no era la que tenia en mente. La película original, filmada en 1937 tenia una duración de 132 minutos (existe una versión de 118 minutos con escenas recortadas). Tras muchos años sin tener noticias de los negativos originales, en 1998 Sony realizó un excelente trabajo de recuperación re-montando la película para poder restaurarla digitalmente devolviéndole así todo su esplendor 61 años más tarde. La versión definitiva tal y como Frank Capra la concibió permitió volver a ver “Horizontes Perdidos” con las escenas que el director filmó en 1937 recuperadas del negativo original y con el añadido de imágenes fijas acompañadas de la pista de sonido correspondiente allí donde no se pudo recuperar el material original. La fotografía de Joseph Walker y los decorados de Stephen Goosson, vuelven a brillar gracias la moderna tecnología digital ofreciéndonos por fin, la versión definitiva de un gran clásico.
Con “Horizontes Perdidos”, Frank Capra demostró su absoluto dominio del lenguaje cinematográfico y de paso, demostró también su buen gusto musical contratando a uno de los mejores compositores de bandas sonoras de la historia del cine, Dimitri Tiomkin, quien creó una partitura emotiva, épica y llena de matices que ayudan a crear un clásico que hoy en día sigue siendo todo un referente para muchas producciones de corte fantástico. De las tres nominaciones que obtuvo, la película se llevó el Oscar al mejor montaje y al mejor diseño de producción (decorados). De su excepcional guión, nos quedamos con las dos últimas frases de la película: -“Brindo porque Robert Conway encuentre su Shangri-La y brindo porque todos nosotros encontremos nuestro Shangri-La”.
Treinta y seis años más tarde, en 1973, el director inglés Charles Jarrott presentó una curiosa versión musical de “Horizontes Perdidos” filmada en espectaculares escenarios naturales de Oregon, Arizona y el lago Chelan (Estados Unidos). Peter Finch interpretó el papel de Robert Conway y Michael York el de su hermano George. El reparto del filme reunió a excelentes actores como Liv Ullmann, Sally Kellerman, George Kennedy y Olivia Hussey. Charles Boyer interpretó al Gran Lama junto al excelente actor británico John Gielgud, que se convirtió en el señor Chang.
Con los tiempos que corren, la película de Capra presenta un argumento totalmente actual, con frases impresionantes, denuncias sociales estremecedoras e imágenes que transmiten una fuerza y una intensidad realmente espectaculares.
¡Fantástica sorpresa…!
En efecto: estos “Horizontes perdidos” pueden ser considerados como “la película entre las películas” del ciclo sobre el Himalaya… Poseen todo el encanto de los films anteriores a la Segunda Guerra Mundial. Al menos, percibidos desde mi imaginario particular: creo que los vi por vez primera cuando aún no tenía ni diez años, y es probable que de algún modo me marcaran a través de sus horizontes oníricos…
Ni que decir tiene, como buen hispano, no conocía ni uno solo de los detalles que por aquí nos has desplegado, Víctor.
Así es que, ¡hala!: otro capítulo más que me grabo para añadir al libro virtual que me estoy haciendo a tu costa…
Muchas grácias Alberto!!. En la película hay momentos realmente espectaculares, con frases y reflexiones que nuestros políticos deberían aprenderse de memoria. Frank Capra es un director único, cuya filmografía se ha convertido no solo en materia de estudio en universidades, sino en obra de culto por su contenido y su forma. No pasan de moda, siempren están ahí, son grandes obras cargadas de personajes entrañables. Y en “Horizontes Perdidos” el papel de Shangry-La se convierte en esencial para mostrar los demonios y las creencias del ser humano de un modo que pocas veces se ha podido ver en una producción norteamericana.
Mis felicitaciones muy grande artículo. Adios.
Mil gracias por sus palabras.