Víctor Riverola

Las casualidades no existen

Junio de 2012

Llámalo caprichos del destino, llámalo casualidad, aunque creo que las casualidades no existen. Llámalo ángel de la guarda o suerte…llámalo como quieras, pero estoy convencido que existen momentos únicos en la vida de muchos seres humanos, que, debido a su originalidad y al contenido de los mismos, obtienen inmediatamente el carácter o el título de “momento único largamente recordado”. Son momentos especiales, momentos no programados, que aparecen de improviso, que no salen en las guías ni en los mapas. Son momentos que nos han evitado a nivel general, sufrimientos innecesarios, en ocasiones incluso situaciones que podían complicarnos un viaje, sea debido a las inclemencias meteorológicas, al cansancio o al viajar con niños menores de diez años. Son momentos que de antemano, imponen un respeto, momentos para tener en cuenta, para aprender de ellos.

Recuerdo como si fuera ayer lo acontecido el mes de julio de 2012 en Noruega, a tres kilómetros del Cabo Norte geográfico, no el turístico con el acantilado y la bola del mundo. Acampando en familia en el Knivskjellodden, el punto mas al norte de la isla de Mageroya, decidimos pasar varios días disfrutando de la paz y la tranquilidad que nos ofrecía una localización de tamaña magnitud, mas allá del Círculo Polar Ártico. Por la noche (noches blancas donde el sol nunca llega a ponerse) una fina cortina de lluvia nos ayudó a conciliar el sueño, pero a las pocas horas, la fina cortina se convirtió en la tormenta perfecta, obligándonos a permanecer en la tienda durante gran parte de la mañana siguiente. La intención era permanecer dos días en la península del Knivskjellodden, pero debido a la meteo, decidimos regresar al parking, donde nos había dejado el autobús procedente de Honnisvag. Tras tres horas bajo la lluvia, (situación harto desagradable), decidimos esperar tranquilamente, esperando un autobús que tardaría cuatro horas en pasar. No teníamos nada mas que hacer, lo único que no nos gustaba era pensar que estábamos perdiendo tiempo. Un tiempo precioso cuando estas dando la vuelta a Europa promocionando el manual “Montañismo con Niños” (Desnivel). Pacientes y bien equipados, decidimos tomárnoslo con mucha calma, esperando nuestro bus que, según el horario, pasaría alrededor de la una del mediodía. Pero no fue necesario, allí estaba Leonard. Justo al llegar al parking observamos a un guía que dejaba a sus clientes, que al igual que nosotros el día anterior, seguirían la ruta del Knivskjellodden. Al vernos esperar en el parking, el amable guía se ofreció para llevarnos a Honnisvag, evitándonos la espera bajo la lluvia. Una vez calentados en el interior de su furgoneta Mitsubishi de color negro, Leonard nos acompañó hasta Honnisvag.

 

No encontramos ningún hotel económico y con la lluvia, no teniamos muchas ganas de irnos a un camping (llenos). Ante tal perspectiva, Leonard hizo una llamada a un buen amigo suyo, vecino de Gesvaer y en menos de media hora, ya teníamos donde dormir, un precioso chalet todo para nosotros, alquilado por menos de lo que costaba una habitación de hotel. Gesvaer es el último pueblo de Mageroya, el que estás mas al norte, unas veinte casas bien organizadas, de colores alegres, rodeadas por islas y por un precioso puerto natural. Una maravilla para relajarse y dejarse llevar, y encima l alluvia había cesado.

Leonard se preocupó por nuestros hijos, les trajo la merienda y para nosotros pescado fresco para cenar, con el material y la receta para que lo preparásemos. Por la mañana se ofreció a llevarnos al aeropuerto y encima nos trajo el desayuno (un salmón ahumado impresionante). Evidentemente, contamos con él y con sus precios ajustados para la próxima vez que visitemos el norte de Noruega.

 

Todavía quedan en el mundo personas como Leonard, alguien con ganas de ayudar, de echar una mano, de hacer algo por los demás. Nos explicó por encima que había sido piloto de helicópteros en zonas con plataformas petrolíferas. Que se había retirado al Ártico para pescar y guiar a montañeros y turistas hacia zonas desconocidas por la mayoría de grandes agencias, y que disfrutaba mostrando las colonias de frailecillos que rodeaban su población. Y que echaba mucho de menos a su hija.

 

Junio de 2014

El pasado sábado 28 de junio vivimos un momento parecido, mucho mas cerca de casa, en este caso en el Pirineo de Girona, bajando del Collado de Fontalba (2.078m), tras acampar una noche procedentes de Vall de Núria. Realizar travesías en familia por zonas de alta montaña implica el tener que acampar en collados o incluso cerca de cumbres. Plantamos las tiendas al anochecer y las levantamos a las siete de la mañana. Tras ascender hasta el coll de Noufonts, subir el Noucreus y el Pic de la Fossa del Gegant (2,804m), desde el Coll de Noucreus regresamos a Vall de Núria con la intención de seguir hasta el Coll de Fontalba, donde plantamos las tiendas y pasamos una noche bajo las estrellas. A la mañana siguiente, la bajada hacia Queralbs por la pista forestal se nos hizo realmente tediosa. No tiene ningún peligro, la bajada discurre por una pista forestal muy monótona debido al intenso tráfico de vehículos.  Los fines de semana, centenares de senderistas, alpinistas y corredores aparcan en lo alto del collado con la intención de subir el Puigmal o realizar mil y una excursiones, incluida la clásica travesía de la Olla de Núria. Nosotros bajábamos tranquilamente con los niños hacia Queralbs tras una semana recorriendo montañas y pensamos que…al igual que nos pasó en Noruega…podría aparecer alguna alma caritativa que se apiadara de una familia que estaba tragando mas polvo que paisaje. Con el sol que caía, nos lanzamos al clásico auto-stop en zonas de montaña donde el tráfico de vehículos suele ser desagradable para el senderista. Pero nos percatamos que el 95% de los vehículos que pasaban lo hacían en sentido ascendente, quedándonos huérfanos de una posible ayuda.

Podía parar cualquier coche, de los pocos que bajaban, pero paramos a Gil, mejor dicho…nos paramos los dos y por si fuera poco, su hijo iba detrás, en otro todo terreno. La familia unida, como debe ser.

Visto en perspectiva, me quedo con los dos recuerdos, el de Noruega y el del Coll de Fontalba, tan lejos, tan cerca. La situación era parecida, no había ningún peligro, solo un tedioso regreso hacia la civilización, sea bajo la lluvia (Noruega) o bajo un intenso sol de justicia en una pista polvorienta (Fontalba) y una vez mas, nos percatamos que la vida te abre muchas puertas, no puedo negarlo pues mi experiencia personal lo demuestra. Es mas, creo que a todos se nos abren muchas puertas (o ventanas) por algún motivo a lo largo de nuestras vidas y lo mas importante es saber traspasarlas, aprovechando al máximo la experiencia, siempre hacía adelante, sin retroceder jamás. Hablar con Gil nos abrió puertas, ventanas y la posibilidad de descubrir la historia de su hotel, toda una institución en Ribes de Freser, el cual, servidor de ustedes conocía al pasar por delante de su puerta muchas veces en moto, rumbo hacia la Collada de Toses y la Cerdanya.

 

Gil y su esposa, muy amables y cercanos, son un ejemplo perfecto de empresarios polivalentes. En el caso de Gil, es capaz de dejar su todo terreno bien aparcado tras ayudar a su hijo, colocarse el traje de chef y lanzarse a preparar auténticas delicias del terruño como pueden ser los caracoles, la trucha en escabeche, la ternera con setas, los canelones y muchos platos mas, todos exquisitos, preparados con cariño y siguiendo la receta de sus ancestros.

Un poco de historia

Me alegra observar como Ribes de Freser late, vibra, siente la montaña con fuerza, luchando para abrirse camino en tiempos difíciles. Cuando en 1984 se inauguró en el valle del Llobregat el Túnel del Cadí, fueron muchos quienes pensaron que el valle del Ter sufriría un olvido que podría afectar a la economía de ciudades, pueblos y estaciones de esquí, pero 30 años mas tarde, el valle del Ter sigue luchando con valentía, defendiendo lo suyo y defendiendo la nueva autovía que llega hasta las puertas de Ripoll, situando Ribes a menos de dos horas de Barcelona y Núria a menos de tres.

Gil, como el nombre del Santo que dio origen al Santuario de Núria, nos habló de su Hotel, el magnífico Hotel Prats, un establecimiento amable, cercano…y centenario, actualmente regentado por la cuarta generación familiar. En octubre de 2013, la Cámara de Comercio de Girona le otorgó el certificado de “Establecimiento Centenario”, pudiendo justificar hasta 103 años de historia, que no son pocos. Si realizamos un viaje en el tiempo, descubriremos que la historia del Hotel Prats se remonta a los orígenes del esquí y los deportes de motaña en el Pirineo Oriental (y por ende en casi todo el Pirineo). Todo comenzó en 1911 y 1912, cuando Francisco Pau Prats, realquiló la Fonda Rotllat para la temporada de verano. Visto el éxito, en 1913 Francisco alquila el establecimiento directamente con el propietario y adopta el nombre de Hotel Prats. Rápidamente se convierte en una fonda de parada obligatoria de diligencias, donde el viajero y los caballos descansaban para reanudar el largo trayecto hasta Cerdanya. Antaño, subir desde Barcelona, Vic o Ripoll hasta Puigcerdà era toda una odisea.

 

 

Para situarnos, será necesario realizar un viaje a principios del siglo XX. Por aquel entonces…el buen clima seco es una llamada para los que sufren de afecciones pulmonares y un atractivo para el reposo. Empieza a crecer el turismo entre la Burguesía catalana y como ejemplo de valoración de la zona a nivel  internacional, el equipo suizo de patinaje pasó unos días en el Hotel Prats. Fueron una semana de frío y durante un par de días, el bisabuelo, a petición de los patinadores suizos, fue inundando la plaza poco a poco hasta que se heló completamente y tuvo preparada la pista de hielo.

 

 

Durante la Guerra Civil la familia se dispersa por el Valle, los pequeños de la casa son acogidos por familiares que viven en el campo y los padres escapan a Francia. El Hotel es saqueado y vaciado. Ocupado por refugiados, milicianos republicanos y aguanta estoicamente hasta que el fin de la contienda. Terminada la guerra, la familia se reúne y rehace el negocio con ayuda de los parientes cercanos. No es fácil, todo quemado, vaciado, saqueado y ensuciado. En los años 30, la construcción del cremallera a Núria impulsa el turismo y Gil Pau Codina compra del inmueble a plazos. Son unos años de crecimiento y la burguesía catalana se encuentra aquí unos de sus destinos. El tiempo va pasando, la posguerra se abre camino y en 1966 el hotel pasó a manos de Gil Paz Robiró por la muerte de su padre.

 

En la fotografía, observamos a Gil Pau Codina hablando con unos veraneantes al surtidor de gasolina que había en el Hotel.

Actualmente, siguiendo la linea de las grandes hostelerias de montañas de Alpes y Pirineos, el hotel se esfuerza por conservar su imagen histórica. El tiempo se detiene en cada rincón de este lugar, decorado con muebles y objetos rescates del pasado familiar.

Ribes de Freser, situada a 912 metros de altitud, se encuentra situada a las puertas del valle de Freser y de Núria, con Queralps como última población accesible en vehículo a motor. También está muy cerca del Taga, el primer dosmil que encontramos subiendo desde Barcelona y se encuentra relativamente cerca de la Collada de Toses, al puerta natural hacia la Cerdanya. Sin olvidar Pardines y La Farga, el Balandrau y el refugio de Coma de Vaca. Una curiosidades a tener en Cuenta es que en el mismo centro urbano de Ribes de Freser se puede observar la única formación de un granófiro (roca procedente de la chimenea de un volcán) que aflora al exterior. Cerca de Ribes encontramos Dorria, a 1550 metros de altitud, que destaca en los mapas y guías como la población habitada más elevada de Cataluña.