
Finalizando ya el verano, las primeras nieves espolvorean las cumbres más altas del Pirineo; pero no nos engañemos, se habrán fundido en unas horas, cuando despeje un poco, con los primeros rayos de sol.
La nieve de verdad que llega para quedarse, la del nuevo invierno, aún tardará muchos días en aparecer. La del invierno pasado ya ha desaparecido por completo o casi, y el hielo que queda en los agonizantes glaciares y heleros sigue menguando inexorablemente ante nuestros ojos.
Pero hay un hielo que resiste aunque muy pocos de quienes recorren estas montañas sepan de su existencia ni siquiera cuando están caminando sobre él: el hielo de los glaciares rocosos. En todo el mundo su estudio es reciente y sus tipos muy variados. En el Pirineo son pocos, están dispersos y pasan desapercibidos confundidos con simples canchales. Los auténticos, los que tienen origen glaciar posiblemente en la Pequeña Edad del Hielo (glaciogenéticos), suelen ser el resultado de un proceso que podría resumirse así:
Cuando un glaciar que se ubica en una cuenca montañosa proclive a los derrumbes de rocas ve reducida la innivación por un cambio climático, llega a un punto en que su capacidad para renovar anualmente su cobertura nivosa y transformarla en hielo es menor que su capacidad para acumular derrubios en su superficie. En consecuencia, reduce el desplazamiento y arrastre de materiales y éstos acaban por cubrir por completo y ocultar el núcleo de hielo residual. Ha dejado de ser un glaciar blanco y se ha convertido en un glaciar negro o rocoso, con un deslizamiento cada vez más lento que, sin embargo, aún se refleja en su morrena superficial que adopta formas de ojivas y surcos superficiales.
Algo que ya está sucediendo desde hace unas décadas en glaciares como el del Taillón (Gavarnie, Pirineo francés) o el de Llardana (Posets, valle de Viadós). Esta cobertura rocosa que oculta el hielo, también lo protege de la insolación directa, retrasando su desaparición que, de continuar el proceso de desajuste, terminará por llegar. Desaparecido el hielo subyacente finaliza el desplazamiento y sólo quedan las formas superficiales inmovilizadas. Ya sólo es un glaciar rocoso relicto. En fin, unas pedrera singular, como las del Midi d´Ossau o la del Posets.
No es un fenómeno de pequeñas dimensiones reducido a una pequeña cadena como los Pirineos. Hay auténticos glaciares rocosos en todos los grandes sistemas montañosos del mundo, incluso en montañas donde no esperaríamos encontrarlos por su latitud y por su aridez, aunque es precisamente por eso que están allí. Como en los montes Elburz al norte de Irán, en el macizo del Alam Kuh (4850 m.), donde el Sarchal glacier en un glaciar negro gigante cuya lengua desciende durante kilómetros hasta los 3700 metros de altura.
En los Pirineos sólo quedan media docena de auténticos glaciares rocosos, es decir, aún con hielo oculto en su núcleo cuyo espesor de varios metros se mide mediante sondeos eléctricos. El del Argualas en el macizo de los Infiernos (valle de Tena), es muy evidente en su morfología visto desde lejos, con su lengua de 750 metros de longitud terminada en un abrupto talud. El glaciar noroccidental de los Besiberris es el más largo: un kilómetro, y la inmensa mayoría de quienes ascienden al Besiberri sur desde el refugio-vivac, lo hacen pasándole por encima sin saberlo, antes de llegar al coll de Abellaners.
Una respuesta a «Glaciares raros… y desconocidos – I»
Buenas Rafa,
Muy interesante tu divulgación sobre glaciares rocosos y tipos de glaciares. Sin embargo como estudiante de los mismos, debo hacer una aclaración. No es lo mismo un glaciar negro, que se explica en el blog, que un glaciar rocoso. Un glaciar negro es una masa de hielo glaciar recubierta por una cobertura de bloques que impide que se vea el hielo, como el famoso Glacier Noir de Ecrins. Sin embargo, un glaciar rocoso es una masa de clastos (rocas de muy diverso tamaño) con hielo intersticial, es decir, entre los huecos del depósito, y forman lenguas con arcos y surcos de flujo muy evidentes y que el montañero puede reconocer, como el de tu dibujo de Argualas, en el Pirineo. Es decir uno es dominantemente hielo, con rocas encima, y otro dominantemente rocas, con hielo entre medias. Son diferentes, pues, por origen, estructura y dinámica, así como indicadores ambientales diferentes.
Pero todos son igual de apasionantes para su estudio.